Saltar al contenido

Museos de Arte · adquiriendo en la era de los petrodólares

por G. Fernández – theartwolf.com. Publicado en junio de 2019.

Contemplando la historia del coleccionismo de arte en tiempos modernos, no es inexacto decir que, hasta hace relativamente poco tiempo, los más poderosos «cazadores» de obras de arte eran los grandes museos, en especial los americanos. En 1961, el Metropolitan Museum rompió todos los récords de cotización para una obra de arte al adquirir el excelente «Aristóteles contemplando el busto de Homero» de Rembrandt por 2,3 millones de dólares. Seis años después, el mismo museo derrotaría a varios coleccionistas privados haciéndose con «Terrasse à Sainte-Adresse» de Monet por 588,000 libras, entonces un precio espectacular para una obra impresionista. Y en 1970, un nuevo récord de cotización en subasta fue batido cuando el «Juan de Pareja» de Velázquez se remató por 2,3 millones de libras, (5,54 millones de dólares) siendo adquirido, de nuevo, por el Metropolitan.

Dos obras de Leonardo da Vinci: el retrato de «Ginevra de’ Benci», y el «Salvator Mundi» (atribución discutida). Ambas obras destrozaron el récord de cotización para una obra de arte, en épocas muy distintas. La primera de ellas se expone hoy en una galería nacional. La segunda está posiblemente oculta en algún yate.

Mientras tanto, en 1967 la National Gallery de Washington llevó a cabo una de las adquisiciones más espectaculares de todos los tiempos cuando compró al Príncipe de Liechtenstein el retrato de «Ginevra de’ Benci«, de Leonardo da Vinci, por un precio que se sospecha que pudo superar los 5 millones de dólares, duplicando el anterior récord de cotización para una obra de arte. La obra, por la que se habían interesado museos y coleccionistas privados, fue vendida al museo americano sin ningún tipo de razón diplomática o política. Como el propio Príncipe admitió en una entrevista a Stefano Pirovano, de conceptualfinearts, «simplemente buscamos el mejor comprador«.

Y también en los Estados Unidos, por supuesto, el Getty, siempre el Getty, exhibiendo músculo económico, batiendo récords tanto para antigüedades (4 millones de dólares pagó en 1977 por su «Joven Victorioso») como para pinturas , desembolsando 10,5 millones por una «Adoración de los Magos» de Andrea Mantegna, en 1985. Dos años después, el Museo Kimbell de Fort Worth pagó una cifra desconocida (pero posiblemente cercana a los 15 millones de dólares) por los «Jugadores de Cartas» de Caravaggio.

En Europa, la situación no era muy distinta. Cuando «La Muerte de Acteón», una importante «poesía pintada» de Tiziano salió a subasta en 1971, rematándose por 1,7 millones de libras, la National Gallery de Londres logró impedir que el Getty se la llevase a California al igualar su oferta. Un éxito similar logró en 1980, al adquirir el «Sansón y Dalila» de Rubens por unos 5 millones de dólares.

El fin de una era: del boom japonés a los petrodólares

En 1987, Sotheby’s sacó a subasta un ejemplar de «Los Girasoles» de Vincent van Gogh, con la esperanza de lograr unos 16 millones de dólares y superar los 11 millones pagados el año anterior por un Manet. La pintura fue vendida por casi 40 millones de dólares al magnate japonés Yasuo Goto. Fue el comienzo el boom japonés por la pintura impresionista y moderna, que alcanzaría su punto álgido en 1990, con Ryoei Saito pagando 82,5 millones por el «Retrato del Doctor Gachet» de Van Gogh, y 78,1 millones por la versión pequeña del «Baile en el Moulin de La Galette» de Renoir. Aunque este boom duró poco (hacia 1992 Japón ya entraba en su «década pérdida»), marcó el momento en el que los grandes museos perdieron su posición de liderazgo en el coleccionismo de arte.

Una vez superada la crisis de principios y mediados de los 90, nuevos actores entraron en el mercado. Los grandes magnates americanos (Steve Wynn, Steve Cohen…), los nuevos millonarios rusos (Román Abramóvich) o los compradores asiáticos estaban dispuestos a pagar cifras extraordinarias por las pinturas más importantes, haciendo que estas fuesen inalcanzables para los museos. Ya en 2007, Lee Rosenbaum escribía en Los Angeles Times que los museos no podían competir con los grandes coleccionistas privados. La reciente venta del «Salvator Mundi» atribuido a Leonardo da Vinci por la increíble cifra de 450 millones de dólares no es más que el último episodio en esta hasta hoy imparable escalada en la cotización de las grandes obras maestras

Así que, ¿qué están haciendo los grandes museos para conseguir enriquecer sus colecciones con esta aparentemente imbatible competencia? Estudiemos los distintos casos.

Reino Unido: salvando el Patrimonio

Las colecciones de la nobleza británica albergan algunas de las pinturas de maestros antiguos más importantes en manos privadas. En los últimos años, el Gobierno británico ha realizado muchos esfuerzos para evitar que estas obras maestras sean vendidas a compradores más allá de sus fronteras. Dada la alta calidad de algunas de las colecciones británicas, algunas de estas obras «salvadas» son auténticas obras maestras, y su adquisición se consideró como asunto de Estado. Theartwolf.com publicó hace unos años un extenso artículo sobre las obras maestras salvadas por el Reino Unido, por lo que aquí solo recogeremos algunos de los casos más destacados.

Tiziano: «Diana y Calisto» y «Diana y Acteón», 1556-59. Óleo sobre lienzo, 187 × 204.5 cm y 185 cm × 202 cm

Sin duda las más importantes de las obras que el Reino Unido ha adquirido son las dos «poesías» pictóricas de Tiziano, «Diana y Calisto» y «Diana y Acteón», anteriormente en la colección del Duque de Sutherland (quien también posee importantes obras de Rafael y Rembrandt). Gracias a contribuciones, entre otras, de la propia National Gallery (cuyos fondos quedaron «vacíos», según confesó el director de la galería), del National Heritage Memorial Fund, y de particulares anónimos, ambas pinturas fueron adquiridas entre 2008 y 2012 por unos 50 millones de libras cada una, muy por debajo de su precio en mercado abierto

La dación en pago impuestos es una de las fórmulas empleadas por el Reino Unido para conseguir adquirir obras cuyo valor en mercado abierto hubiera sido mucho mayor. Un ejemplo claro fue el caso de la «Virgen entronizada con niño» (conocida como la Madonna de Benacre Hall) de Cimabue. Cuando la obra fue sacada a subasta por sus propietarios, en el año 2000, la National Gallery inició una campaña para retrasar la venta, y finalmente el Gobierno aceptó la obra como pago por impuestos de parte del The Gooch Estate. La obra fue retirada de la subasta y vendida a la Galería londinense por 8 millones de dólares (unos 10 millones de euros al cambio de la época)

España e Italia: aprovechando los mercados cerrados

En España e Italia podemos encontrar también un considerable patrimonio artístico en manos privadas. Pero, a diferencia del Reino Unido, ambos países poseen leyes que impiden que una obra declarada tesoro nacional pueda ser vendida a un comprador extranjero. En el caso español, gracias a esta legislación el Museo del Prado ha logrado hacerse con obras de importancia extraordinaria: la «Condesa de Chinchón» de Goya, adquirida por unos 25 millones de euros en el año 2000 (y por la que el Museo Getty había ofrecido casi el doble unos años antes), la «Virgen de la granada» de Fra Angelico (adquirida en 2016), y la que es quizás la mejor adquisición realizada por un museo en lo que llevamos de siglo (teniendo en cuenta la importancia de la obra y el precio pagado): «El vino de la fiesta de san Martín» de Pieter Brueghel el Viejo, adquirida por unos siete millones de euros en 2010. Nunca sabremos lo que habría obtenido esta pintura de haberse vendido en mercado abierto. A título personal, cualquier cifra inferior a los 50 millones de euros me parece demasiado conservadora.

Más modesta, aunque igualmente importante, fue la adquisición, en el año 2000, de «Santa monaca con due fanciulle», obra de Paolo Uccello, adquirida por 1,3 millones de euros en una subasta de Finarte Milán, u depositada en la Galleria degli Uffizi. Pese a su modesto tamaño, dada la escasez de obras del artista en el mercado, la pintura podría haber superado fácilmente los 5 millones de euros si se hubiera subastado en Londres o Nueva York.

Museos americanos: la discreción como estrategia

Evitando las subastas, donde los precios de las grandes obras de arte pueden dispararse hasta cotas irracionales, los museos americanos (excepción hecha del Getty) han tendido a evitar estas ventas públicas y negociar de forma discreta con los propietarios de obras en las que están interesados. Una de las adquisiciones más comentadas de los últimos tiempos ha sido ha sido la «Virgen y niño» de Duccio, conocida como la «Madonna Stoclet«, la única obra del artista en manos privadas, cuya adquisición (por unos 45 millones de dólares) fue anunciada por el Metropolitan Museum en 2004, tras varios años de negociación con los propietarios. De modo similar, la National Gallery de Washington adquirió en 2013 «El concierto», quizás la pintura más importante de Gerrit van Honthorst, por un precio que podría rondar los 20 millones de dólares, negociando directamente con sus propietarios.

La unión hace la fuerza: los retratos gemelos de Rembrandt

Cuando en 2014 la familia Rothschild decidió vender los «Retratos de boda de Marten Soolmans y Oopjen Coppit«, de Rembrandt, el Rijksmuseum de Ámsterdam y el Louvre de París unieron fuerzas para poder adquirir la pareja, lo que hubiera sido imposible de hacer por separado, dado el elevado precio (160 millones de euros) de la pareja de retratos. Wim Pijbes, director del Rijksmuseum, declaró que las pinturas no serán separadas, y que cada museo es propietario del 50 por ciento de cada pintura, por lo que se supone que la pareja de cuadros viajará de forma regular entre Ámsterdam y París.

Follow us on:

Museos de Arte · adquiriendo en la era de los petrodólares