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Simbolismo

Evocaciones esquivas

Soy hermosa, ¡oh, mortales! cual un sueño de piedra,

Y mi pecho, en el que cada uno se ha magullado a su vez,

Está hecho para inspirar al poeta un amor

Eterno y mudo así como la materia.

Charles Baudelaire. «Las Flores del Mal» (XVII: La belleza)

Imágenes: Gustave Moreau «La Aparición (Cabeza de San Juan Bautista)», 1876-77. Óleo sobre lienzo. Fogg Museum ·· Carlos Schwabe: «La muerte del sepulturero», 1895. Óleo sobre lienzo. París, Louvre.


De todos los movimientos o estilos que se produjeron en el arte occidental durante el siglo XIX, es posible que el Simbolismo sea el menos conocido y, si bien no sería correcto calificar a este movimiento como “poco estudiado” (afortunadamente, en la actualidad existe abundante literatura sobre cualquier periodo o estilo artístico), podría considerársele el menos investigado. Todavía es posible encontrar textos que se refieren al Simbolismo como un “Romanticismo tardío”, pese a que ambos movimientos, más allá de algunas coincidencias formales, son apreciablemente distintos. Gran parte de la culpa de esta “falta de popularidad” del Simbolismo dentro del estudio de las artes visuales del siglo XIX puede deberse a que se trata de un movimiento principalmente literario (por lo general se considera que su punto de partida fue la publicación de “Las flores del mal” de Charles Baudelaire en 1857), pero parece incluso más acertado señalar al hecho de que el Simbolismo se desarrolló al mismo tiempo que el Impresionismo (y las posteriores corrientes postimpresionistas), cuya fama y reconocimiento ha oscurecido la importancia del Simbolismo.

Y, sin embargo, para cualquier persona interesada en el arte moderno, el Simbolismo debería resultar fascinante. Experimenta con el poder del arte como transmisor del mundo interior del artista como la más atrevida de las vanguardias, décadas antes de que el surrealismo y el expresionismo abstracto salieran a escena. En la pintura simbolista, los elementos representados en el cuadro adquieren, mediante la síntesis y la composición, un significado que va más allá del que se les podría atribuir por separado, del mismo modo que la poesía de Baudelaire buscaba descifrar el “bosque de símbolos”, estableciendo correspondencias, entre letras y colores, palabras y perfumes. No constituye, como el Romanticismo, una visión subjetiva y sugestiva de la realidad, sino que construye su propia realidad. “La síntesis, al combinar elementos del mundo real con los tomados incluso de las otras artes, logrará crear una realidad diferente y autosuficiente” (Aurora Fernández Polanco, “Fin de siglo: Simbolismo y Art Noveau”, 1989).

Imágenes: Odilon Redon «Reflexiones», 1900-05. Pastel sobre papel. Colección privada ·· Arnold Böcklin: «La isla de los muertos (tercera versión)», 1883. Óleo sobre lienzo. Alte Nationalgalerie, Berlín.

Tal vez por su propia naturaleza, el Simbolismo no constituyó un movimiento organizado, sino que se trató más bien de un grupo de artistas que trabajaron de forma individual, en ocasiones sin relación alguna entre ellos. Es cierto que existe un Manifiesto Simbolista, firmado por Jean Moréas en 1885, pero llegó años después de que los grandes pintores del Simbolismo definieran su estilo personal. Entre ellos destacó Gustave Moreau (1826-1898), creador de la célebre “La Aparición”  (tal vez la imagen más famosa del Simbolismo), cuyo arte fue descrito por Pierre Courthion como “sobrecargado de columnas de ópalo y de paredes de crisoberilo (…), exactamente lo contrario del realismo de Courbet y del antiintelectualismo” (Historia del Arte, Salvat Editores, Tomo 9, capítulo 2, “Simbolismo y ‘nabis’”, 1984). Pierre Puvis de Chavannes (1824-1898), admirado por Émile Zola, adoptó una estética en apariencia más “realista” que Moreau. El tercer gran representante del Simbolismo en Francia es Odilon Redon (1840-1915), cuyo arte onírico de vivos colores parece anticipar varias vanguardias del siglo XX, como el fauvismo y el surrealismo. Además los tres artistas anteriormente mencionados, varios nombres comúnmente asociados al postimpresionismo han sido vinculados en mayor o menor medida al Simbolismo. El más importante de ellos es Paul Gauguin, cuyo uso libre del color influyó en el grupo de pintores conocidos como “Nabis”, especialmente Paul Sérusier y Maurice Denis.

El Simbolismo tuvo importantes seguidores en Bélgica, destacando la figura de Fernand Khnopff (1858-1921), quien llegó a exponer en los Salones de la Rose+Croix organizados en París en la década de 1890 por el ocultista Joséphin Péladan, y que sirvieron para dar a conocer la obra de varios simbolistas de segunda generación. La figura más destacada del Simbolismo en el centro de Europa fue el suizo Arnold Böcklin (1827-1901), creador de las cinco versiones de “La isla de los muertos”. En los Salones de la Rose+Croix expuso también Carlos Schwabe (1866- 1926), autor de la célebre “La muerte del sepulturero”. La pintura de Franz von Stuck (1863-1928) se suele considerar parte del Art Noveau, pero conservó siempre un fondo simbolista, como se aprecia en su famosa pintura de “El pecado”, de la que realizó varias versiones.

Texto: G. Fernández · theartwolf.com

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