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Rococó

El nada discreto encanto de la burguesía

«Versalles, que había adoptado el elegante clasicismo de Girardon y luego el animado barroco de Coysevox, dio origen al nuevo estilo rococó. Así como el Barroco fue el estilo de la Iglesia Católica Romana en el siglo XVII, el Rococó fue el estilo de la corte francesa en el siglo XVIII».

Maddalena Spagnolo

Rococó en Francia: Salon de la princesse, en el Hôtel de Soubise, París. Fotografía de NonOmnisMoriar ·· Jean-Honoré Fragonard: «El columpio», 1767. Wallace Collection, Londres.

A la hora de iniciar esta breve presentación sobre el estilo Rococó, creo apropiado que la primera cuestión a resolver no sea buscar las características principales del movimiento, ni nombrar a sus más destacados protagonistas; ni siquiera establecer el marco temporal del mismo, sino plantear la cuestión de si existió realmente un estilo propio que podamos definir como Rococó.

Durante tiempo, el Rococó fue visto como una simple derivación (o incluso “degeneración”) del Barroco. Por ejemplo, Fiske Kimball -quien consideró tal idea «aberrante»- señala que «el Rococó ha sido normalmente interpretado como una fase tardía y extrema del barroco, algo así como el Gótico Flamígero es al Gótico» (Fiske Kimball: «Creación del Rococó», 1943), señalando como promotores de tal idea a Andreas Lindblom («El origen del Rococó», 1924) y otros muchos. Incluso algunos autores, con una visión más positiva del Rococó, no parecen proclives a considerarlo como un movimiento independiente del Barroco. «El rococó fue, en realidad, una continuación en un estilo más ligero y elegante de las tendencias ya establecidas en el barroco» (Edmund Burke Feldman: «Thinking about Art», 1985). En ese sentido, para algunos autores el Rococó no merece un reconocimiento mayor que el del Manierismo, generalmente considerado una variación tardía del estilo renacentista, si bien la naturaleza de ambos es bastante distinta, ya que mientras que el Manierismo se reveló contra varias de las características del Renacimiento, el Rococó reinterpreta y en ocasiones exagera las características del Barroco.

Uno de los problemas en el reconocimiento del Rococó es que surge después de dos periodos de colosal importancia en la historia del arte, cada uno de ellos dominando la escena artística europea durante más de un siglo: el Renacimiento y el Barroco. En contraste, el Rococó tuvo una vida más bien corta, generalmente establecida entre 1730 y 1760, y su presencia en algunos países, por ejemplo España, es prácticamente testimonial. No obstante, en Francia y zonas vecinas, desde el Norte de Italia al centro y sur de Alemania, el Rococó, durante su corta vida, tuvo una personalidad propia y unas características únicas que lo distinguen claramente del Barroco. «El rococó fue considerado una degeneración tardía del barroco, pero fue un estilo propio con características identificables«, concluye Maddalena Spagnolo («Barroco y Rococó», 2004). Entre estas características están el uso intenso de la decoración (en ocasiones con motivos orientales), las formas curvas y en ocasiones asimétricas, y –en el caso de la pintura- el gusto por los temas alegres y desenfadados, generalmente celebrando la vida feliz y desenfadada de la burguesía.

El Rococó apareció en Francia durante el reinado de Luis XV. Al contrario que el habitualmente imponente Barroco, el estilo del Rococó resultaba más apropiado para las artes decorativas y el mobiliario, donde puede, además, reflejar mejor las influencias del arte oriental, ya entonces conocido en Francia. En pintura, el iniciador del Rococó en Francia fue Antoine Watteau, cuyo estilo influyó en las obras de François Boucher y Jean-Honoré Fragonard, siendo la obra de este último plenamente rococó. La arquitectura rococó se caracteriza por el uso intenso de la ornamentación interior, y fue especialmente escogida por la nobleza y burguesía. “La arquitectura rococó es pues laica y refinada, asociada a aristócratas y emergentes burgueses, mientras que la Iglesia siguió prefiriendo el barroco clasicista (si bien en Alemania el Rococó sí transciende a lo eclesiástico).” (José Enrique García Melero: “Historia del Arte Moderno. El arte del siglo XVIII”)

Rococó más allá de Francia: Giovanni Battista Tiepolo : «Juno y Luna», c.1735-45. Museo de Bellas Artes, Boston ·· Salón de los Espejos en el Amalienburg, Munich. Fotografía de Massimop.

En Italia, el Rococó tuvo presencia sobre todo en las ciudades del norte, con mayor influencia francesa. Destaca la figura de Giovanni Battista Tiepolo, artista muy apreciado en vida y descrito por Michael Levey como «el mejor pintor decorativo de la Europa del siglo XVIII”. En Venecia se desarrolla un género particular de pintura, la veduta, cuyos mayores representantes fueron Canaletto y Francesco Guardi, y a menudo considerada dentro del estilo Rococó.

La arquitectura alemana –y en menor medida la austriaca- fue, junto con la francesa, la que más entusiásticamente adoptó el estilo Rococó, en edificios como el Amalienburg de Múnich o el Augustusburg de Brühl. Como se ha indicado anteriormente, en Alemania el Rococó sí se traslada a algunas iglesias, como se puede observar en el interior de la Basílica de Vierzehnheiligen. En el Reino Unido, el Rococó estuvo presente en el mobiliario y las artes decorativas, como se puede observar en la obra de Thomas Chippendale o Thomas Johnson.

G. Fernández · theartwolf.com

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