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Arte del Renacimiento

La modernidad que surgió de la antigüedad

En suma, el Renacimiento fue simplemente el verde final de uno de los inviernos más duros de la civilización.

John Fowles

Renacimiento temprano: Cúpula de Santa María del Fiore (1420-34), de Filippo Brunelleschi (foto de Bruce Stokes) ·· «El nacimiento de Venus», (1482-85), de Sandro Botticelli

De entre todos los capítulos que forman la historia del arte, es posible que ninguno haya sido objeto de tanto estudio y admiración como el Renacimiento. Durante un periodo relativamente corto de tiempo (unos ciento cincuenta años si excluimos a los artistas proto-renacentistas), el arte y la cultura de Europa experimentó una renovación cuyos efectos se extendieron más allá de las meras manifestaciones culturales, dando lugar a cambios filosóficos y políticos con los que nació la era moderna. En Europa se establece una nueva relación entre el hombre y el mundo que le rodea, más directa, no sujeta forzosamente a la voluntad divina impuesta desde un templo. Dentro de este humanismo renacentista, el artista toma consciencia de su valor como individuo y, frente a la rigidez del mundo medieval, vuelve la vista atrás, a los modelos de la antigüedad clásica.

No obstante, sería un error considerar que todo este proceso revolucionario en las artes y las humanidades comenzó y acabó con el Renacimiento. Como se vio en la entrada dedicada al arte gótico, la llegada de las sociedades mercantilistas, y el gran aumento de la población urbana, junto con la aparición de los centros del saber en las primeras universidades, crearon grietas y dudas en la hasta entonces rígida sociedad medieval. Los artistas y humanistas del gótico, como indica Enrique Valdearcos (“El arte gótico”, 2007) miran no solo a Dios, sino también a la naturaleza, y “viven bajo la teología divina pero con baches y dudas que el Románico no tenía”. La duda, ya lo dijo Descartes, impulsa el conocimiento. Más de mil años antes, había sido el encontrarse con culturas nuevas y dioses desconocidos, el plantearse que si uno de estos dioses era inventado podrían serlos todos, lo que llevó a los pueblos del Egeo a “la comprensión de que podía haber una manera de conocer el mundo sin la hipótesis de un dios” (Carl Sagan: “Cosmos”, 1980). Y aunque la Europa del Gótico -así como la del Renacimiento- siguió siendo eminentemente cristiana, fue esta mirada a la naturaleza, a lo terrenal frente a lo divino, lo que fue abriendo paso al humanismo que caracterizó al Renacimiento. Y si el Renacimiento fue esa primavera con la que terminó el invierno del que hablaba John Fowles, las semillas que dieron lugar a dicho esplendor crecieron bajo luz de vidrieras góticas, germinando en las tablas de Giotto antes de florecer definitivamente en esa revolución humanista que comenzó a orillas del Arno.

En efecto, fue en Florencia donde el Renacimiento vio la luz por primera vez, tanto si situamos su fecha de nacimiento con las pinturas de Giotto o con las obras de los maestros del Quattrocento. A principios del siglo XV, el conocimiento y admiración hacia los valores clásicos es evidente en la obra de Filippo Brunelleschi (el verdadero descubridor de la perspectiva, en palabras de Ernst Gombrich), y en la escultura de Donatello, cuyo “David” de bronce supone la recuperación del desnudo clásico. En la pintura, artistas como Masaccio o Paolo Uccello llevan a las dos dimensiones el estudio de la perspectiva iniciado por Brunelleschi.

Alto Renacimiento: «David» (1501-1504), de Miguel Ángel (fotografía de Jörg Bittner Unna) ·· «Gioconda» o «Mona Lisa» ( 1503-1519), de Leonardo da Vinci

Con la figura de Sandro Botticelli, el gran colorista del Renacimiento, el interés por la antigüedad clásica no se queda solo en lo formal, sino que recupera la temática mitológica en obras tan célebres como “El Nacimiento de Venus” (c.1485). Además, la obra de Botticelli puede servir de puente entre el primer Renacimiento de los maestros cuatrocentistas y los artistas del llamado Alto Renacimiento, entre los que se encuentra la “Santa Trinidad” del arte renacentista italiano: Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael. En esta fase madura del Renacimiento, el artista no solo se caracteriza por lograr un perfección técnica desconocida hasta la fecha, sino que su ambición le lleva a involucrarse en campos diversos del arte y la cultura. Miguel Ángel, por ejemplo, creó en Florencia la que es posiblemente la escultura más famosa de la Edad Moderna, su “David” (1501-1504), pocos años antes de iniciar una de las obras más ambiciosas de la historia de la pintura occidental, las pinturas murales de la Capilla Sixtina de Roma. Más destacable incluso es el caso de Leonardo da Vinci, posiblemente el más legendario de todos los artistas, creador tanto de la que es posiblemente la pintura más famosa del mundo (su “Gioconda” o “Mona Lisa”, 1503-1519) como de interesantes estudios técnicos y científicos.

El interés por el mundo clásico es especialmente notable en la Arquitectura del Renacimiento. Se produce un retorno al orden, unas reglas y una geometría dentro de este espíritu humanista, frente a los espacios imponentes del medievo. Para Bruno Zevi, lo que realmente distingue a la arquitectura renacentista es que esta muestra “una reflexión matemática desarrollada sobre la métrica románica y gótica. Se busca un orden, una ley, una disciplina contra la inconmensurabilidad, la infinitud y la dispersión del espacio gótico y contra lo fortuito y casual del románico” (Bruno Zevi: “Saber ver la arquitectura”, 1948). Figuras como el ya mencionado Filippo Brunelleschi o Leon Battista Alberti recuperan elementos de origen clásico, tendencia que alcanza su cénit con Donato Bramante y su célebre Tempietto de San Pietro in Montorio.

El Renacimiento fuera de Italia: «Liebre» (1502), de Alberto Durero ·· «Los embajadores» (1533), de Hans Holbein el Joven

Fuera de Italia, el Renacimiento se extendió de forma más lenta, chocando con mayores obstáculos a la hora de desprenderse de su herencia medieval. Al mismo tiempo que la pintura del Quattrocento italiano, se desarrolla en los Países Bajos la obra de los llamados Primitivos flamencos, en los que las formas y temas del gótico son todavía evidentes, sin rastro alguno de la recuperación de la antigüedad clásica mencionada antes. Y, pese a ello, la pintura de estos artistas, especialmente en los casos de Jan van Eyck y Roger van der Weyden, es desde el punto de vista técnico impecable, superando a la de cualquier pintor italiano de su época, razón por la que en ocasiones libros y ensayos la incluyen dentro del Renacimiento. En Alemania brilla la colosal figura de Alberto Durero, quien puede ser considerado el Leonardo del norte de Europa por su interés tanto en el arte como en la ciencia, además de Albrecht Altdorfer y Lucas Cranach el Viejo, en quienes se observa un interés evidente por la antigüedad clásica, o Hans Holbein el Joven, quien desarrolló la mayor parte de su carrera en Inglaterra.

Al igual que existen debates sobre la fecha del origen del Renacimiento, tampoco se puede fijar con precisión el momento en el que el los valores artísticos del Renacimiento dejaron de ser preponderantes. En concreto, los artistas del Manierismo, como Andrea del Sarto y Pontormo, y los pintores venecianos del Cinquecento, como Tiziano o Tintoretto, si bien se inspiraron en los maestros del Alto Renacimiento, dejaron atrás en interés por el orden clásico, acercándose más a la exageración y teatralidad del que sería el siguiente gran capítulo de la historia del arte: el Arte Barroco.

Texto anterior: G. Fernández · theartwolf.com

Pintura, escultura y arquitectura del Renacimiento

Pintura

Las pinturas del Renacimiento encarnaban el realismo y empleaban enfoques decorativos para realzar las formas humanas y el espacio. Entre los cuadros más reconocidos están «La última cena» y «La Gioconda» de Leonardo da Vinci, y «El nacimiento de Venus» de Botticelli.

«El Nacimiento de Venus», de Sandro Botticelli, es uno de los cuadros mitológicos de principios del Renacimiento que utilizaron una visión decorativa y romántica de la naturaleza humana. Se ve a Venus, una diosa mitológica, descendiendo del cielo (probablemente en la isla de Chipre) mientras una mujer espera en la orilla para cubrirla con una tela floreada. El cuadro presenta un aspecto de desnudez y romanticismo, aspectos habituales del Renacimiento. La atención que presta Botticelli a los detalles, el color, el tono y la anatomía es una perfecta ilustración de la influencia que trajeron las artes renacentistas.

«La Última Cena», de Leonardo da Vinci es una pintura religiosa que representa la última cena compartida por Jesús durante sus últimos días con los discípulos. Aunque refleja el Convento de Santa Maria Della Grazie de Milán, da Vinci se inspiró en las ilusiones bíblicas para crear el cuadro. Al igual que en la Edad Media, los artistas utilizaron las historias bíblicas para crear arte, aunque da Vinci intentó -en cierto modo- reinventar la historia.

Originalmente, da Vinci utilizaba el temple para conseguir los efectos sutiles de la pintura al óleo, y, a diferencia de los frescos que tenían un efecto duradero, la pintura de da Vinci duraba poco tiempo. La mayoría de sus predecesores en este arte concreto utilizaban enfoques pictóricos similares, de modo que Judas se colocaba solo en el lado opuesto de la mesa. Al mismo tiempo, los otros once discípulos compartían el mismo banco con Jesús.

En esta obra, da Vinci muestra los rostros de los discípulos alterados y enfurecidos por la extraña noticia mientras intentan identificar al traidor. A diferencia del arte medieval, que era directo, el arte renacentista incorporó la creatividad y la psicología humanas creando escenas imaginarias que atraen la creatividad del espectador. La Última Cena trataba de plantear la cuestión de «¿quién entre los discípulos traicionaría a Jesús? ¿Por qué iba a compartir Jesús una comida con un traidor?»

Otra célebre obra de Leonardo es, por supuesto, la Mona Lisa, que utilizó el Sfumato, una técnica que difumina las líneas entre los sujetos para aportar una perspectiva o dimensión diferente en un cuadro. El cuadro representa a una mujer sonriente, aunque las sombras de las comisuras de la boca impiden al espectador determinar la naturaleza moral de la sonrisa. La técnica del sfumato permitía a los artistas enmascarar las transiciones visibles entre los objetos, los colores y los tonos. Un aspecto bastante extraño es que los ojos de Mona Lisa parecen seguir al espectador siempre que se cambia el ángulo de visión.

Admirada por artistas y amantes del arte de todas las épocas, La Escuela de Atenas en la Stanza della Segnatura, obra de Rafael es posiblemente la obra que mejor define el Renacimiento. El cuadro no sólo es una de las obras maestras indiscutibles del arte universal, sino un doble homenaje a la ciencia y la filosofía de la antigüedad clásica, y al espíritu humanista del Renacimiento.

Como ya se ha mencionado, el mayor exponente del Renacimiento en el norte de Europa es Alberto Durero, un artista que combinó una curiosidad inagotable con un enorme talento, lo que le llevó a crear un rico corpus de obras, que van desde autorretratos a paisajes puros (Vista de Arco), desde complejas escenas religiosas a detallados estudios de anatomía, o sus famosos dibujos de animales (Liebre joven) y plantas, dibujados con la precisión de un estudio científico. Además, Hans Holbein el Joven pintó en Inglaterra el fabuloso retrato de Los Embajadores, una obra que combina el realismo con un extraño simbolismo en el escorzo del cráneo.

Una de las obras maestras más famosas y originales del Renacimiento del Norte es El jardín de las delicias, de Hyeronimus Bosch (El Bosco). Se trata de una obra moralizante y didáctica. El Bosco vio en la sociedad de su tiempo el triunfo del pecado y la depravación, que habían provocado la caída de la humanidad desde su estado original de impecabilidad; y quiso advertir a sus contemporáneos sobre las terribles consecuencias de sus actos impuros. En este aspecto, aunque cronológicamente la obra del Bosco se sitúa dentro del Alto Renacimiento, conceptualmente se diferencia de otras pinturas renacentistas, estando más cerca de la visión de la pintura medieval. Por su parte, varias obras de Pieter Bruegel el Viejo, como Proverbios holandeses, sustituyen el mensaje pesimista de las obras del Bosco por una mirada humorística a las costumbres locales.

Escultura

Es muy habitual que una competición saque a relucir los mejores talentos del mundo profesional. En 1403, se celebró en Florencia (Italia) un concurso para elegir la mejor escultura para las puertas del baptisterio de Florencia. Cientos de artistas irrumpieron en Florencia para mostrar su talento, y con un solo ganador para el concurso, Las Puertas del Paraíso de Lorenzo Ghiberti fue la obra escogida. La historia indica que el Concurso de Florencia marcó el inicio del Renacimiento temprano en la escultura. Ghiberti abriría entonces uno de los mayores talleres de arte para formar a los artistas y escultores de Florencia.

Las Puertas del Paraíso de Ghiberti representan algunas de las escenas de la vida de Jesús en veintiocho paneles diferentes. Resulta bastante impresionante imaginar que Ghiberti pasó más de veintiún años completando los paneles. El artista utilizó los principios de la perspectiva para mejorar la composición y la anatomía de los paneles. Además, las decoraciones de ambos lados presentan estatuas de profetas, un marco dorado de follaje y figuras de busto de padre e hijo escultor.

El Cristo Della Minerva o Cristo Redentor de Miguel Ángel es una escultura de mármol que se encuentra en la iglesia de Santa María de Roma y que idolatra a Jesús cargando la cruz. Aunque fue encargada por el patricio romano Metello Vari, Miguel Ángel se encargó de su diseño y composición.

Una de las esculturas renacentistas más conocidas es el David, una estatua de mármol de Miguel Ángel. Uno de los objetivos del movimiento renacentista es la promoción del realismo, lo que puede verse en el David, ya que Miguel Ángel trata de invocar la realidad de Florencia bajo el gobierno de la familia Médicis. Aunque la escultura simbolizaba el «David» bíblico, el pueblo de Florencia la veía como una defensa de sus derechos civiles previamente comprometidos por la poderosa Familia Médicis. La mirada de los ojos de David y la postura más bien fija en un terreno conocido encarnan a un soldado listo para atacar.

Hércules y Caco, de Bartolommeo Bandinelli, una de las esculturas blancas del Palazzo Vecchio, Florencia, Italia. La familia Médicis quería demostrar a los escépticos y a los desafiantes que no tenían ninguna posibilidad de victoria. Hércules, un semidiós, que mató a Caucus por robar ganado, simboliza la fuerza física, que rivaliza con la fuerza espiritual de David.

Arquitectura

La arquitectura renacentista sustituyó a las antiguas formas romanas, como las columnas, el arco de medio punto, la cúpula y la bóveda de túnel. Los primeros arquitectos del Renacimiento, como Filippo Brunelleschi, se inspiraron en los escritos de Vitruvio, mientras que los edificios antiguos proporcionaron los fundamentos de la arquitectura clásica.

La arquitectura del Alto Renacimiento se atribuye a la perspectiva ilusoria de Donato Bramante, que puede verse en el Tempietto de San Pietro in Montorio, una cúpula estructural que se asemeja a la arquitectura clásica.

La principal fuente de belleza de la arquitectura en el periodo clásico era la proporción. Sin embargo, los arquitectos renacentistas establecieron una relación entre las proporciones humanas y los edificios, de manera que el espacio y la masa se convirtieron en los factores diferenciadores. La arquitectura empleaba relaciones definidas de altura y anchura, proporción, simetría y armonía.

Un ejemplo de la arquitectura del Renacimiento temprano es la Cúpula de la Catedral de Florencia, obra de Filippo Brunelleschi. Brunelleschi utilizó la perspectiva lineal, la geometría, las proporciones clásicas y la simplicidad armoniosa para dibujar la mayoría de los edificios. Estas consideraciones llegaron a conocerse como el lenguaje de la arquitectura, que fue canonizado en los Siete Libros de Arquitectura de Sebastiano Serlio.

Una de las arquitecturas más famosas del Alto Renacimiento es la Basílica de San Pedro, obra de Bramante, Miguel Ángel y Bernini, aunque también participaron otros arquitectos. La basílica presenta la forma simétrica de la cruz griega, mientras que el exterior exhibe proporciones masivas de mampostería. La arquitectura resalta los ángulos tallados o fracturados, a diferencia de la arquitectura medieval que utilizaba ángulos rectos para especificar las esquinas de un edificio. El edificio presenta pilares corintios asentados en diferentes ángulos, mientras que la parte superior presenta ondulaciones cónicas.

Al igual que la pintura y la escultura, la arquitectura renacentista se extendió por toda Europa. Un claro ejemplo es el Castillo de Chambord, construido por Francisco I, y considerado la gran obra maestra de la arquitectura renacentista en Francia. En España, el ejemplo más importante es el colosal Monasterio de El Escorial, obra de varios arquitectos, entre los que destacan Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera.

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