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Arte Conceptual

De la materia a la idea

En el arte conceptual, la idea o el concepto es el aspecto más importante de la obra. Cuando un artista utiliza una forma de arte conceptual, significa que toda la planificación y las decisiones se toman de antemano y la ejecución es un asunto superficial. La idea se convierte en una máquina que hace arte”.

Sol LeWitt

John Baldessari: “I Will Not Make Any More Boring Art”, 1971. Nueva York, MoMA. ©John Baldessari / ARS New York ·· Piero Manzoni – Merda D’artista, 1961. Colección privada.

La mayor de las contribuciones de Marcel Duchamp al arte, sus readymades, desafiaron la muy intuitiva idea de que las habitualmente llamadas obras de artes visuales debían ser elementos al servicio del ojo. Para Duchamp, el arte debía estar “al servicio de la mente”, siendo la interpretación del espectador el elemento fundamental de la obra de arte, más allá de su aspecto, su belleza o su ordinalidad. Por ello, un orinal o una rueda de bicicleta, al incluir en una parte visible la firma del artista, pasaba inmediatamente a ser interpretado por el espectador como una obra de arte. “Consideremos dos factores importantes, los dos polos de la creación del arte”, expuso en una lectura en 1957, “el artista por un lado, y por otro el espectador, que posteriormente se convertirá en posteridad.”

Duchamp esbozaba así la idea fundamental del Arte Conceptual: que la idea, el concepto asociado a una obra de arte es más importante que la propia obra de arte, su valor material o estético. Sobre esta base teórica, las manifestaciones prácticas fueron, como es fácil de suponer, muy variadas. Por ejemplo, Robert Rauschenberg (1925-2008), considerado también uno de los pioneros del Pop Art, presentó en 1953 una obra con el explicativo título de “Dibujo de Kooning borrado”, y en 1961, con el Arte Conceptual en su apogeo, envió a una exposición de retratos un telegrama con el texto “Esto es un retrato de Iris Clert si yo lo digo.” En este sentido, se debe señalar que los artistas conceptuales aceptan que no hay mejor medio para transmitir ideas que la escritura, y esta es incorporada a sus obras, siendo en ocasiones la totalidad de la obra, como por ejemplo, “I Will Not Make Any More Boring Art”, 1971, obra de John Baldessari (1931-2020). El mismo año en que Rauschenberg envía su “retrato-telegrama”, Piero Manzoni (1933-1963) crea una de las más célebres y polémicas obras de arte conceptual, su “Mierda de artista”, una serie de latas que contienen -supuestamente- las heces del propio artista.

Al igual que muchas de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX, el Arte Conceptual, al menos entendiéndolo en su definición más “purista”, tuvo una duración bastante corta pero una influencia excepcional que llega hasta nuestros días. “El momento del arte conceptual fue relativamente efímero, durando apenas una década. Y, sin embargo, su legado es amplio, cubriendo un vasto terreno en términos de su efecto en los modos y categorías tradicionales de producción, exhibición y distribución artística”. (Alexander Alberro, Blake Stimson: “Conceptual Art: A Critical Anthology”, 1999)

En la década de los 80 y 90 las ideas del Arte Conceptual continuaron con el llamado a veces Arte Neoconceptual, representado por un grupo heterodoxo de artistas sin relación entre ellos (con excepciones como los Conceptualistas Moscovitas), entre los que destaca Tracey Emin (n.1963), la enfant terrible de los Young British Artists, el escocés Douglas Gordon (n.1966) y el inglés Martin Creed (n.1968).

G. Fernández · theartwolf.com

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