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El Bosco · El Jardín de las Delicias

c.1500-1505 – Óleo sobre tablas de roble – Madrid, Museo del Prado

Una de las pinturas más famosas y comentadas de toda la pintura occidental, pero también una de las más complejas y malinterpretadas. Un análisis en profundidad de la obra llevaría páginas y páginas de interpretaciones y –en muchos casos- meras conjeturas.

En pocas palabras, la obra de El Bosco es básicamente moralizante, didáctica. El Bosco ve en la sociedad de su época el triunfo del pecado, de la carne, de todas las cosas que han arrebatado al ser humano su carácter angelical, y quiere advertir a sus contemporáneos de las terribles consecuencias de sus actos impuros.

El panel de la izquierda representa el paraíso, Adán y Eva viviendo libres de pecado en medio de un formidable edén lleno de animales fantásticos y exuberante vegetación, con la fuente de la vida dominando la escena. El panel de la derecha representa los terribles tormentos a los que se ven sometidos los pecadores en el infierno, incluyendo el ser devorados (y posteriormente defecados) por una extraña figura con un caldero en la cabeza. La escena es sensacional por la fantasía y el colorido, destacando el abrumador uso de la iluminación en los edificios que arden en la parte superior de la imagen.

La tabla central es complejísima tanto por su composición como por su significado. El centro de la composición lo ocupa un estanque lleno de mujeres, alrededor del cual cabalgan un grupo de hombres en lo que se interpreta como una alegoría del deseo sexual. Varias referencias al pecado original –mujeres y pájaros que dan manzanas a los hombres- completan la escena. Pese a que este ímpetu moralizante puede sin duda resultar ridículo para el observador contemporáneo, esta obra de El Bosco no deja de ser una de las grandes pinturas de la historia de la pintura occidental.

Texto: G. Fernández, theartwolf.com

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