Yayoi Kusama
“Una outsider”. Esta es la única definición que, a juzgar por sus entrevistas a lo largo de las décadas, Yayoi Kusama parece aceptar de sí misma. Nacida en 1929, Kusama vivió de cerca los principales movimientos artísticos de posguerra, incluyendo el arte conceptual, el minimalismo, la performance, el Land Art y el arte pop y neo-pop, tomando elementos de muchos de ellos (y en algunos casos influenciándolos) pero sin llegar encasillarse en ninguno. En palabras de la propia artista, “Como recurro únicamente a mi propia imaginación interior, no me preocupa lo que otros quieran decir de mí”.
Imagen: Yayoi Kusama, 2016. Fotografía: 大臣官房人事課, licencia C.C. 4.0.
Hoy en día, Yayoi Kusama es especialmente conocida por sus obras (desde pinturas hasta instalaciones inmersivas) que incluyen cientos o miles de lunares o puntos de color. Desde su niñez, la artista ha sufrido problemas mentales (como ansiedad o depresión), que jamás ha ocultado, y ha encontrado en el arte un alivio contra ellos. Ampliamente considerada como una de las figuras claves del arte de posguerra, la obras de Kusama forman parte de los principales museos de arte contemporáneo del mundo, la artista ha sido objeto de exposiciones y retrospectivas en Asia, Europa, y América, y el mercado del arte ha tomado buena nota de la relevancia de la artista: en una subasta en 2014, una de sus pinturas superó los 7 millones de dólares, entonces un récord para una artista viva.
Durante en su infancia en Japón, Kusama vivió en un ambiente familiar que distaba mucho de ser el óptimo: un padre infiel y una madre brusca e incluso violenta, que no aprobaba el interés de la niña por el arte. «Cuando sorprendía a Kusama pintando, le quitaba sus pinturas y las tiraba, además de romper cualquier obra de arte que encontrara tirada por la casa» (Meg Dailey, «Yayoi Kusama: Art as an escape», 2016). Ya desde niña, Yayoi Kusama empieza a experimentar alucinaciones, imágenes de campos de lunares o flores que serían la fuente principal de su arte posterior. «Fue a partir de esa época cuando empecé a experimentar regularmente alucinaciones visuales y auditivas: veía auras alrededor de los objetos, o escuchaba el habla de las plantas y los animales… Un día, de repente, levanté la vista y descubrí que todas y cada una de las violetas tenían su propia expresión facial, parecida a la de un ser humano, y, para mi asombro, todas me hablaban«. (Yayoi Kusama, «Infinity Net, the Autobiography of Yayoi Kusama», 2003).
Pese a todo, la joven Yayoi consiguió al fin su sueño de estudiar arte, ingresando en la Escuela Municipal de Kyoto con diecinueve años. A principios de la década de los 50, expone por primera vez sus obras en Japón. En las obras creadas por esta época, «una influencia surrealista es evidente en sus intentos de dar forma a la imaginería que bulle dentro y alrededor de ella» (Russell Storer, «Yayoi Kusama. La vida es el corazón de un arco iris», 2017). En 1955, envía por correo ejemplos de sus obras a Georgia O’Keeffe, quien la anima a dejar Japón e instalarse en los Estados Unidos. Así, en 1957 cruza el Pacífico hasta Seattle, y al año siguiente se instala en Nueva York.
Imágenes: Yayoi Kusama: Infinity Mirrored Room – Filled with the Brilliance of Life 2011/2017. Tate. Obsequio de la artista, Ota Fine Arts and Victoria Miro 2015, ingreso en 2019 © YAYOI KUSAMA ·· “Pumpkin” (Calabaza), Museo de Arte de Fukuoka. Fotografía de Rick888chen, licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International. © YAYOI KUSAMA
En Nueva York, Kusama entra rápidamente a formar parte de la escena artística contemporánea, haciéndose amiga de los artistas minimalistas Eva Hesse y Donald Judd, quien fue, según la propia Kusama, “su primer novio”. Persisten sus problemas mentales, que la artista se esfuerza en transformar en arte. “»Kusama remonta las raíces de su célebre estilo a su infancia, cuando notó por primera vez los signos del trastorno obsesivo-compulsivo y empezó a experimentar alucinaciones (…) Cuando Kusama se trasladó a Nueva York, estos demonios la llevaron a pintar de forma fija hasta 40 o 50 horas seguidas sin parar para dormir o comer» (Kevie Yang, Christie’s, catálogo para “White No. 28”, 2014). Por esta época comienza su inmersiva serie de salas “Mirror/Infinity” (o “Infinity Mirror”), además de varias performances de protesta contra la Guerra de Vietnam.
Kusama regresó a Japón en 1973, un año después de la muerte de su amigo, compañero y también artista, Joseph Cornell, y cuatro años después ingresó voluntariamente en un hospital para enfermos mentales, donde ha residido desde entonces, dividiendo su tiempo entre su habitación y su estudio, situado cerca del hospital. Pese a esta autorreclusión, su creatividad no se redujo, y durante la década de los 70, además de continuar con sus obras de arte visual, Kusama publicó novelas y libros de poesía. Durante las últimas décadas, ya reconocida como una de las figuras imprescindibles del arte de posguerra, acomete varias obras de escala monumental, tanto intervenciones a nivel paisajístico o urbano hasta cierto punto deudoras del Land Art de Smithson y compañía, hasta continuar con sus “Infinity Mirror Rooms”, como la recientemente instalada en la Tate Modern de Londres en 2021-2022.
La obra de Kusama, desde sus primeras pinturas en Japón hasta sus recientes instalaciones de gran escala, son el resultado de una larga lucha contra la enfermedad mental, para la que el arte ha resultado ser el único alivio posible. «Repetir las cosas que la horrorizaban ayudaba a Kusama a curar las heridas de su corazón. Eso explicaba por qué hacía puntos infinitos para escapar de la alucinación visual y hacía esculturas blandas fálicas para suprimir el miedo al sexo.» (Qing Guo, «Mirror Room (Pumpkin) – El espacio psicológico de Yayoi Kusama», 2018). Edvard Munch, otro artista que luchó toda su vida contra sus demonios interiores, escribió en una ocasión: “Recibí en herencia dos de los peores enemigos de la humanidad: la tuberculosis y la enfermedad mental (…) Desde mi nacimiento, los ángeles del miedo, el dolor y la muerte estuvieron a mi lado“. Y Yayoi Kusama, acompañada durante toda su vida por las voces de las flores en su mente, supo convertir el tormento de su violet fields forever interior en un lenguaje artístico original y universalmente reconocible, desarrollado durante más de 70 años de creación artística.
Un día, de repente, mi voz
se convirtió en la voz de una violeta
Callando mi corazón Deteniendo mi respiración
Sois de verdad, ¿no?
Todas las pequeñas cosas que
han sucedido hoy
Yayoi Kusama, “Violet Obsession”
Texto: G. Fernández · theartwolf.com
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