Diego Velázquez · Las Meninas
1656 – Óleo sobre lienzo – Madrid, Museo del Prado
“La teología de la pintura”. Así describió el pintor italiano Luca Giordano (Lucas Jordán) esta obra maestra de Velázquez. Théopile Gautier fue más allá, y en frente de la misma se preguntó «¿pero dónde está el cuadro?«. Y es que Gautier estaba frente a la que es –junto a la obra anterior de Rembrandt- una de las cumbres de la pintura barroca.
La obra es un complejísimo juego de planos y líneas de composición. Velázquez se autorretrata pintando el retrato de los Reyes Felipe IV y Mariana de Austria, cuando la aparición de la Infanta Margarita obliga a interrumpir la sesión. De esta manera, los Reyes, que aparecen reflejados en un espejo en el fondo de la estancia, estarían situados en el mismo plano y situación que el espectador, estableciendo una magistral trama de dentro-fuera en el que el observador siente el impulso de avanzar hacia dentro del cuadro.
Cuenta la leyenda –probablemente más falsa que cierta- que cuando Velázquez presentó la pintura al Rey, este le dijo: “le falta un último detalle”. Y tomando el pincel, pintó sobre el pecho de la figura de Velázquez la cruz de la orden de Santiago. Leyendas aparte, ésta es una de las mejores pinturas de la historia de la humanidad.
Texto: G. Fernández, theartwolf.com
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