Diego Velázquez
Enséñame a escribir la verdad, pintor de la verdad
Blas de Otero, a Velázquez
Figura indiscutible del Siglo de Oro de la pintura española, cumbre de la pintura barroca junto con Rembrandt, y “pintor de pintores” para Manet, Diego Velázquez es una de las figuras más estudiadas, admiradas e influyentes de la pintura universal.
Imagen: Diego Velázquez: “Autorretrato”, c.1650. Óleo sobre lienzo, 45 x 38 cm. Museo de Belles Artes de Valencia
Mientras que la historia del arte está llena de artistas incomprendidos, que lucharon toda su vida contra el desprecio y la incomprensión de sus contemporáneos, la carrera de Velázquez es una continua y muy merecida historia de éxito. Nacido en 1599 en Sevilla, ingresó en el prestigioso taller de Francisco Herrera el Viejo con tan solo diez años de edad, y aprobó el examen de ingreso en el gremio de pintores de Sevilla con tan solo diecisiete años. Antes de cumplir los veinte años, ya había pintado obras destacables como la “Vieja friendo huevos” de la National Gallery of Scotland. Pocos años después, Velázquez se convirtió en pintor de corte del joven rey Felipe IV.
Su condición de pintor de corte le permitió conocer la obra de grandes artistas, como Tiziano o Tintoretto, además de establecer contacto con alguna de las más destacadas personalidades artísticas de la época, en especial con Peter Paul Rubens, quien viajó a España en 1628. Además, en 1629 Velázquez pudo viajar a Roma, donde conoció la obra de los grandes maestros, como Miguel Ángel o Rafael. Es en la “ciudad eterna” donde pinta sus primeras obras maestras, “La fragua de Vulcano” (1630), conservada hoy en el Museo del Prado, y «La túnica de San José» (1629-30, Monasterio de El Escorial). Estas dos obras «representan la plena asimilación c Velázquez de las tradiciones pictóricas italianas, tanto la clasicista como la veneciana» (Fernando Marías, «Velázquez», 1993). También en Roma pinta las dos vistas del jardín de la Villa Medici, y su sensual “Venus del espejo”, hoy en día en la National Gallery de Londres.
Diego Velázquez: “La fragua de Vulcano«, 1630. Óleo sobre lienzo, 223 x 290 cm. Madrid, Museo del Prado ·· Diego Velázquez: “La rendición de Breda (o ‘Las lanzas’)», 1634-35. Óleo sobre lienzo, 307 x 367 cm. Madrid, Museo del Prado ··
A su regreso a Madrid, la producción de Velázquez se centra sobre todo en retratos de miembros de la realeza. No obstante, es en esta etapa cuando Velázquez pinta una de sus más famosas obras maestras, “La rendición de Breda” (conocido como “El cuadro de las lanzas”), que Jan Morris llamó “la más española de todas las pinturas”, y conservada, como casi todas sus obras maestras, en el Museo del Prado.
En 1649, Velázquez realiza su segundo viaje a Italia. Fue recibido con toda la pompa destinada a los enviados del rey, haciéndosele miembro de la Academia de San Lucas y de la Congregazione dei Virtuosi del Panteón. En Roma, pinta su retrato de Inocencio X, uno de los más expresivos retratos de la pintura barroca, muy admirado por Francis Bacon, más de 300 años después.
Velázquez regresa a Madrid en 1651. En la década que le quedaba de vida realiza varias de sus obras más conocidas: “Las Meninas” (1656-57), obra cumbre de la pintura española y descrita por el pintor Luca Giordano como “la teología de la pintura”, y la misteriosa “La fábula de Aracne” (1657), conocida durante mucho tiempo como “Las hilanderas”, pintura todavía no bien entendida y uno de los escasísimo encargos no reales satisfechos por el pintor. Sobre esta pintura, Julián Gállego señala que «su ‘protoimpresionismo’ llega a extremos más audaces que el propio impresionismo (…): basta con ver cómo la rueca de la vieja del primer término gira a tal velocidad que los radios de su rueda desaparecen y la mano que la impulsa es una simple mancha circular; nunca, hasta los futuristas (…) se había representado el movimiento de modo tan audaz y exacto» ( Julián Gállego, «Velázquez», 1981). Por su parte, Carlos Areán afirma que en estas dos obras se produce «la segunda síntesis velazqueña (…) que se encaminarñia primordialmente a encontrar una nueva ordenación expresiva de la luz y del aire, a conseguir, en suma, el primer gran giro copernicano de la evolución pictórica occidental» (Carlos Areán, «La pintura española: de Altamira al siglo XX», 1971).
Diego Velázquez: “Las Meninas«, 1656. Óleo sobre lienzo, 318 x 276 cm. Madrid, Museo del Prado ·· Diego Velázquez: “La Fábula de Aracne (‘Las Hiladeras’)», 1657 Óleo sobre lienzo, 220 x 289 cm. Madrid, Museo del Prado ··
Velázquez falleció en Madrid en 1660. Su figura, muy celebrada en España, no alcanzó sin embargo un gran reconocimiento en Europa hasta mediados del siglo XIX, siendo posteriormente muy admirado por los pintores modernos, desde Manet hasta Picasso.
G. Fernández · theartwolf.com
Obras Maestras de Velázquez
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