Jackson Pollock
«La pintura abstracta es así, abstracta. Te confronta. Hace tiempo, un crítico escribió que mis cuadros no tienen ni principio ni final. No lo dijo como un halago, pero lo fue. Fue un buen halago. Pero él nunca lo supo».
Jackson Pollock
Jackson Pollock (1912-1956) es la principal figura del Expresionismo Abstracto, y un pintor que, tanto durante su vida como después, ha provocado la más intensa admiración y las más descarnadas críticas. En su apogeo artístico, abandonó voluntariamente el estilo que le estaba convirtiendo en “el pintor vivo más importante de América” (en palabras de la revista “Life”), en lo que muchos consideraron una traición a sus ideales artísticos. Para añadir más ingredientes a su mística, falleció en un accidente de tráfico, conduciendo bajo los efectos del alcohol, a los 44 años.
Imagen: Autor/a desconocido/a: “Retrato de Jackson Pollock”, 1928.
Al igual que en el caso de otros pintores «malditos», como anteriormente Caravaggio o Modigliani, la figura de Pollock resulta fascinante por motivos que a veces van más allá de lo puramente artístico. A su conocido alcoholismo, que como ya se ha mencionado terminó por provocar su accidente mortal, algunos historiadores añaden la posibilidad de que sufriese un trastorno bipolar. Famosa es la historia en la que el artista acabó orinando en la chimenea del salón de Peggy Guggenheim. En su obra, lo más importante de su producción, aquello por lo que merece ser recordado como una de las grandes figuras del arte del siglo XX, se concentra en un periodo de apenas cuatro años. Pero, durante este breve pero intenso apogeo, su influencia artística fue extraordinaria, siendo «como un meteoro del cual todos se mantienen a respetuosa distancia. Pareció haber desanimado de antemano a todos sus posibles imitadores directos» (Pierre Restany, «Expresionismo Abstracto», 1984). Pollock, el meteoro del Expresionismo Abstracto, irrumpió abruptamente en el arte del siglo XX, provocando una breve pero intensa explosión, y desapareció dejando una huella imperecedera en el arte de las décadas posteriores.
Paul Jackson Pollock nació en Wyoming, pero se crio en Arizona y California. La influencia de la cultura de los nativos americanos y de los muralistas mexicanos es notable en sus obras anteriores a 1945, como en “Birth” (1941) de la Tate Modern, o “Mural” (1943) del Museo de Arte de la Universidad de Iowa, posiblemente su pintura más destacada de este periodo. En 1945, Pollock contrajo matrimonio con la también pintora Lee Krasner (1908-1984)
Entre 1947 y 1950 es el periodo del drip, en el que, vertiendo directamente pintura del bote al lienzo, habitualmente dispuesto sobre el suelo, Pollock crea obras de impresionante fuerza como “Lucifer” (1947, Seattle Art Museum) o “Summertime: Number 9A” (1948, Tate Modern), concluyendo en 1950 con dos obras extraordinarias: “Autumn Rhythm (Number 30)”, del Metropolitan Museum, y “Number 1: Lavender Mist”, de la National Gallery, Washington. El propio Pollock describió su proceso creativo con estas palabras:
“Mi pintura no sale del caballete. Prefiero fijar el lienzo sin estirar a una pared o al suelo. Necesito la resistencia de una superficie dura. En el suelo me siento más cómodo. Me siento más cerca, más parte del cuadro, ya que así puedo caminar alrededor de él, trabajar desde los cuatro lados y estar literalmente en el cuadro.”
Jackson Pollock: “Autumn Rhythm (Number 30)”, 1948– Esmalte y aluminio sobre lienzo, 266.7 × 525.8 cm – Metropolitan Museum of Art, New York. ·· Jackson Pollock: “Blue Poles”, 1952 – Esmalte y aluminio sobre lienzo, 210 x 486 cm. – National Gallery of Australia, Canberra. Todas las imágenes: © Artists Rights Society New York
Para esta técnica, es casi seguro que Pollock se inspirase en la artista Janet Sobel, quien ya usaba esta técnica a mediados de la década de 1940. Tras este periodo breve pero intenso, Pollock abandonó el “drip”, y sus últimas obras carecen del interés de las anteriores, salvo excepciones notables como el “Blue Poles” (1952, Galería Nacional de Australia). Hoy, Pollock es uno de los más codiciados artistas en el mercado del arte, y su “Number 5, 1948” fue durante algún tiempo la pintura más cara jamás vendida, tras ser adquirida por un coleccionista por 140 millones de dólares en 2006.
G. Fernández · theartwolf.com
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