Picasso en A Coruña – la formación de un genio
por G. Fernández – theartwolf.com
Explorando la etapa menos conocida, pero una de las más determinantes, de la formación del más importante artista del siglo XX: la estancia de Pablo Picasso en A Coruña
Acertada o desacertadamente, todos los estudios sobre la vida y arte de Pablo Picasso (1881-1973) tienden a dividir éstas en etapas o «periodos», tal vez en un intento de hacer más abarcable y accesible su inmensa carrera artística. Así, se ha escrito mucho sobre sus orígenes en Málaga, sobre su formación como artista en Málaga, sus duros comienzos en el Montmartre parisino, y su época como artista ya consagrado en la capital francesa. No obstante, existe una etapa en la vida de Pablo Picasso que permanece, al menos para el gran público, como casi desconocida, una suerte de laguna dentro de la conocidísima carrera artística del gran genio de las Artes plásticas del siglo XX: su breve pero decisiva estancia en A Coruña (1891-1895), clave para la formación del artista
Hemos definido el periodo coruñés de Picasso como «casi desconocido», aunque ésta es una definición arriesgada que sin duda ofenderá a muchos lectores iniciados en la obra del artista malagueño a los que pido disculpas por anticipado. No obstante, sí es cierto que este periodo permanece un tanto en el «anonimato», al menos para el gran público. Por lo tanto, hemos de acercar al gran público a esta etapa partiendo de un momento conocido en la carrera del pintor, a partir del cual iremos retrocediendo temporalmente hasta nuestro punto de partida, pretendiendo de esta manera que el lector pueda situar la etapa coruñesa de Picasso dentro de la enorme y compleja vida artística del artista
El contexto temporal: A Coruña dentro de la trayectoria artística de Picasso
Situémonos en 1937. A sus 55 años, un Picasso ya en plena madurez artística acaba de culminar su obra más célebre, el «Guernica», la pintura que se convertiría en símbolo eterno de la protesta contra la barbarie de las guerras. Retrocediendo apenas unos años, encontramos el Picasso inmerso en su muy personal forma de entender el surrealismo, plasmado en la figura del «Minotauro» y los sensuales y coloridos retratos de su amante, Marie-Therese Walter. Inmediatamente anterior a este periodo hallamos un acercamiento al clasicismo, con obras tan célebres como «La flauta de Pan» (Paris, Museo Picasso) o el «Arlequín con espejo» del Museo Thyssen de Madrid
Vayamos algo más atrás, al periodo inmediatamente anterior a la Primera Guerra Mundial. Un Picasso que ya rondaba la treintena trabaja junto a Georges Braque en la más decisiva de las vanguardias del pasado siglo, el cubismo, iniciado con la que puede ser considerada la pintura más importante y revolucionaria del siglo XX, «Las señoritas de Avignon». Estamos ya en 1907. Inmediatamente anterior a este periodo encontramos la fascinación de Picasso por el arte africano, un periodo breve, pero de enorme importancia para la obra posterior del artista
Retrocedamos aún más. Los Periodos Rosa y Azul, con sus melancólicas figuras de arlequines y guitarristas, nos trasladan al Montmartre de principios de siglo XX, en donde un joven Picasso de apenas 20 años retrataba la vida nocturna de los cabarets y locales que frecuentaba. Es la época de los bailes y noches sin horas en el «Lapin Agille», la triste «familia de saltimbanquis» o los autorretratos fríos pero llenos de vitalidad. Aún hoy, los periodos azul y rosa continúan estando entre las más fascinantes de todas las etapas artísticas de Picasso
Hemos retrocedido hasta el último lustro del siglo XIX, cuando un Picasso adolescente realiza en Barcelona algunas de sus primeras obras bastante conocidas hoy en día por los amantes del Arte, comenzando por «La primera comunión» (1895), lienzo de increíble realismo que hace comprender la frase del artista «a los 12 años ya sabía dibujar como Rafael, pero necesité toda una vida para aprender a pintar como un niño». Picasso tenía entonces 13 años, y acababa de llegar a Barcelona con su familia, procendente de una ciudad donde había pasado los últimos 4 años de su infancia: A Coruña
En la ciudad de «La Torre de Caramelo» – las obras de Picasso en A Coruña
El joven Picasso ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de La Coruña, donde, acompañado de su padre, comienza a dibujar al carboncillo y a la plumilla los modelos que encontraba en las calles coruñesas, especialmente los viandantes que frecuentaban la playa de Riazor, y los pescadores del puerto. También se sintió fascinado por los paisajes de los alrededores de la «Torre de Caramelo», nombre con el que padre e hijo se referían a la Torre de Hércules. A medida que la técnica del joven genio se iba haciendo más depurada, su padre le animó a realizar algunos cuadros al óleo, realizándose en A Coruña algunas de las primeras obras verdaderamente «picassianas»
«La niña de los pies descalzos» (1895) es la obra maestra del periodo coruñés, un retrato vivo y fascinante que parece predecir algunas de las obras más famosas de los periodos rosa y azul. A modo de curiosidad, comentar que esta pintura aparece en un capítulo de la serie «Los Simpson», en el que Marge trata de instruir a Homer durante la visita a un Museo
«El hombre de la manta» o «El viejo de la manta» (1895, Museo de Málaga) es una pequeña obra que retrata al padre del artista en actitud deprimida, casi enfermiza, lo que se comprende si se tiene en cuenta que el cambio del clima soleado de Málaga al ambiente húmedo de las tierras gallegas causó una gran depresión en José Ruiz Blasco. Una obra que se suele relacionar con ésta es «Pareja de ancianos», en el que destaca especialmente la expresión enigmática de la anciana
La segunda obra clave del periodo coruñés (junto con la ya comentada «La niña de los pies descalzos») es el «Retrato del doctor Pérez Costales» (1895, Museo de Málaga), médico y ex-ministro, y amigo personal del padre de Picasso. El joven artista representa al doctor en actitud relajada, como un venerable sabio, en un alarde de capacidad de penetración psicólogica que produciría, en pocos años, retratos tan famosos como el «Ángel Fernández de Soto» o el propio autorretrato del artista.
La huella de Picasso en A Coruña
De todas las ciudades en las que Pablo Picasso residió a lo largo de su vida, A Coruña es la única que no contaba con un Museo dedicado al genio. El Ayuntamiento decidió hace años poner fin a esto con la restauración de la Casa-Museo Pablo Picasso, la antigua vivienda del artista en el ensanche coruñés, que se conserva con muy pocos cambios con respecto a los tiempos del artista. En ella se exponen, además, 27 reproducciones de las obras que Picasso pintó durante su estancia en la ciudad herculina. No obstante, la ausencia de obras originales (que puede ser comprensible debido a la ausencia de legados por parte de las herederas del artista) hace imposible colocar a esta institución a la altura de los museos dedicados al artista en su Málaga natal, Barcelona o París.
Que el nombre de Pablo Picasso es un filón para el hoy en día tan de moda «turismo cultural» es innegable, y es posible que existan posibilidades de incorporar la ciudad de A Coruña dentro del más importante mapa «picassiano» sin necesidad de enormes desembolsos económicos. La realización de la «Ruta Picasso», propuesta hace unos años, es una de ellas, y tal vez podría estudiarse la posibilidad de realizar exposiciones temporales de las obras «coruñesas» de Picasso, conservadas en gran parte en los museos de Málaga y París. La iniciativa privada puede tener la clave del éxito de estas operaciones.
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