Caspar David Friedrich · Acantilados blancos en Rügen
1818 – 1819 – Óleo sobre lienzo – Oskar Reinhart Foundation, Winterthur
“Tan grande es la fuerza del espacio infinito, que su vacío adquiere el espesor de lo corpóreo”, escribió el crítico Werner Hofmann sobre esta pintura de Caspar David Friedrich, el romántico alemán por excelencia, que representa –de una manera más fantasiosa que realista- el viaje que el pintor, su esposa Carolina y su hermano Christian realizaron a la isla de Rügen en 1818.
La representación de la figura humana enfrentada al espacio profundo e inabarcable es propio de la obra de Friedrich, que empleó este mismo efecto en obras tan famosas como “El monje frente al mar” (1808-10), “El mar de niebla” (1818) o “El coracero en el bosque” (1813-14), pero en el caso de esta pintura este contraste adquiere un significado distinto, de mayor complejidad pero menor dramatismo. Ya no se trata, como en las pinturas anteriores, de un espacio envolvente e incluso amenazante que subyugaba a las figuras presentes. En esta obra, Friedrich ha concedido a los protagonistas del cuadro el dominio sobre el poderoso paisaje, nada extraño si tenemos en cuenta que los representados son el propio pintor y su familia más allegada. Para ello ha usado un punto de vista muy elevado, y ha delimitado la visión de este espacio mediante las copas de dos árboles en la parte superior del cuadro. Pese a ello, y como bien ha señalado Hofmann, este espacio no pierde fuerza ni presencia, y se convierte en indiscutible protagonista de la composición, por encima incluso de los tres personajes y de las fantásticas formaciones calizas de los acantilados.
Texto: G. Fernández, theartwolf.com
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