Francisco de Goya · Perro Semihundido
1820-1822 – Fresco trasladado a lienzo – Madrid, Museo del Prado
En 1819, Goya se traslada a la una finca en las afueras de Madrid –posteriormente conocida como la “Quinta del Sordo”- y comienza a pintar en sus paredes una serie de pinturas espeluznantes pobladas con aquelarres, brujas y escenas terribles como «El aquelarre» o el célebre «Saturno devorando a su hijo».
En medio de tal panorama, al lado de una puerta, solo y desamparado, encontramos «Un perro». Esta es quizás la pintura más enigmática de toda la Quinta. En ella se nos muestra a un perro, totalmente oculto a excepción de su cabeza, en medio de un fondo ocre. Nada más se nos dice o se nos aclara sobre el protagonista o el significado del fresco. ¿Dónde está ese perro? ¿A dónde o a qué está mirando? ¿Se hunde, o por el contrario asoma su cabeza con cautela, temeroso de algo que no somos capaces de intuir?
De esta pintura se han hecho infinidad de interpretaciones, asociando al perro tanto a la figura infernal que guía a los muertos como a un símbolo del abandono y el desamparo. Simple y a la vez tremendamente poderoso, «El Perro» ha sido admirado por multitud de artistas modernos. Antonio Saura la llamó «la pintura más bella del mundo», y Joan Miró la consideraba -junto a las «Meninas» de Velázquez– su obra favorita del Museo del Prado.
Texto: G. Fernández, theartwolf.com
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