Interior del MACBA de Barcelona
UN TEATRO SIN TEATRO – exposición en el MACBA
Un Teatro sin Teatro investiga las metáforas en las que se han desplegado las influencias del modelo teatral en las artes de nuestro tiempo, desde los inicios de la modernidad hasta finales de los años ochenta. La exposición incluye más de 800 obras, entre pinturas, esculturas, instalaciones, dibujos, fotografías, vídeos, manuscritos y documentación diversa.
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Esta muestra plantea un reflexión sobre la situación del sujeto en la sociedad contemporánea y sobre los vínculos entre la «experiencia sensible» y la «acción». Asimismo, realiza una aproximación a las raíces dramáticas del arte, como constituyente de la modernidad occidental: desde Vsevolod Meyerhold a Oskar Schlemmer, desde Antonin Artaud a Judith Malina y Julian Beck (creadores del grupo Living Theatre), desde Samuel Beckett a Tadeusz Kantor, el teatro ha producido ideas y relatos que han sido absorbidos por el arte, convirtiéndose en modelos de relación estética y espacial. El arte podría ser, de alguna manera, «el otro escenario» de la práctica dramática.
La exposición presenta un amplio abanico de aproximaciones a la noción de drama y a las coincidencias entre un arte «arcaico» y la innovación y la ruptura estéticas. Se despliega en torno a diversos ámbitos de investigación, de los que emergen tanto los artistas como los temas que tienen en común el teatro y el arte. En lugar de estructurarse según una evolución puramente cronológica, la muestra se centra en diversos núcleos de análisis en los que, a su vez, se proyectan las genealogías e influencias desarrolladas desde principios del siglo XX.
El escenario del teatro es un espacio separado del mundo real y, por tanto, ficticio (aunque no falso). Quizá sea esta misma separación -la distancia entre el actor y el espectador- el motivo por el que el teatro pueda ejercer de modelo crítico frente a lo «aparente» y facilitar la circulación de las ideas con todo su peso. Y es durante el siglo XX cuando el teatro se vio inmerso en un proceso de transformación que acabó afectando tanto a las raíces de la cultura occidental en general como al arte en particular.
Desde mediados de los años sesenta, la noción de teatralidad ha ocupado un lugar preeminente en la crítica de arte contemporáneo. Visto primero como un efecto nocivo que llegaría a destruir el arte tal como se conocía hasta entonces, el arte minimal fue denunciado por el crítico norteamericano Michael Fried, al considerar que proponía una relación entre obra y espectador que podía suponer que el espacio propio de la primera absorbiera la figura del segundo. Los artistas de la generación inmediatamente posterior al minimal se apropiaron del modelo teatral para constituir un núcleo del que irradian los fundamentos de lo contemporáneo: la simultaneidad de acción y percepción en el espacio de las artes, y el intercambio constante de papeles entre el actor y el espectador.
A principios del siglo XX, el Dadaísmo, el Futurismo y el Constructivismo expresaron claramente el vínculo profundo entre renovación estética y modelo teatral. El cabaret, el music-hall, la velada o la tertulia, la declamación o la lectura se convierten en modos de presentación de un arte de lo activo para numerosos artistas desde 1916, como Antonin Artaud o Samuel Beckett.
UN TEATRO SIN TEATRO se inicia en la confrontación entre la invención del arte minimal -con obras emblemáticas de artistas como Carl André, Robert Morris y Donald Judd-, y su rechazo y contradicción por parte de la generación siguiente -Dan Graham, Bruce Naumann, Marcel Broodthaers, James Coleman o Michelangelo Pistoletto. En las obras de estos últimos se puede apreciar la importancia del texto, el peso del «decorado» y la necesidad de una actitud nueva por parte del público, a veces interpelado directamente, y siempre interrogado en la acción de percibir.
La relevancia del mundo de la acción en directo en la obra del estadounidense Mike Kelley aúna las influencias de las subculturas del mundo del rock con las claves escénicas del Futurismo y del Dadaísmo, que ven continuado su ímpetu a través de movimientos como Fluxus o el happening, arte de la performance o de las acciones.
Otra parte de la exposición, dedicada al espacio público de la urbe, aborda la conquista de la calle como el lugar en el que representación y acción parecen adquirir la dimensión política inmediata: desde la fascinación de los futuristas por el movimiento y la masa, a los usos procesionales de Miralda, las acciones festivo-reivindicativas de Provos o los experimentos urbanos de los Situacionistas.
UN TEATRO SIN TEATRO se completa con una investigación llevada a cabo por Pedro G. Romero sobre las relaciones del arte y el modelo teatral en el Estado español: obras de Federico García Lorca, Ramón Gómez de la Serna , Helios Gómez, Antonio Miralda, Compañía de Teatro Estudio Lebrijano y Ocaña, entre otros, se integran en las diferentes secciones de la exposición
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