Joan Miró: «La Masía», 1921-1922
Óleo sobre lienzo
National Gallery of Art, Washington. Regalo de Mary Hemingway, 1987.18.1.
© Successió Miró 2014/Bildrecht, Vienna, 2014
Joan Miró: «Paisaje con gallo», 1927
Óleo sobre lienzo
Fondation Beyeler, Riehen/Basel
© Successió Miró 2014/Bildrecht, Vienna, 2014
Miró. De la tierra al cielo – Albertina, Viena El catalán Joan Miró es el tercer artista surrealista que es objeto de una gran retrospectiva en el Albertina de Viena. Del 12 de septiembre de 2014 al 11 de enero de 2015.]]>
Fuente: Albertina, Viena
Después de sendas exposiciones dedicadas a René Magritte (2011) y Max Ernst (2013), el Albertina acoge ahora una exposición sobre Miró, que forma parte de un programa de artistas situados en la amplia definición del surrealismo, y representados en la colección Batliner del Albertina. Con una selección de unas 100 obras, entre pinturas, obras sobre papel y diversos objetos, la exposición recorre la trayectoria teórica y técnica del artista, siguiendo su lema central «de la tierra al cielo».
Durante más de 80 años, el artista -tranquilo, taciturno y solitario- no se sintió particularmente interesado en los eventos y reuniones sociales, prefiriendo dedicar toda su concentración y energía para su arte, creando obras cuyo encanto visual revela el esfuerzo que invirtió en ellas. Las vibrantes pinturas, alegres y llamativas, a menudo resplandecientes con sus formas y colores violentos, presentan un contraste con la muy diferente personalidad y aspecto de su creador.
La vida de Miró era su arte. Combinó la tierra y la naturaleza -el «agricultor catalán»- con el pensador, filósofo, buscador y «místico». La temática de sus obras a menudo lo llevó a un nivel espiritual, casi cósmico. Este contraste proporcionó un impulso decisivo para su creatividad.
Aunque la obra de Miró a menudo se considera apolítica por su moderación y, ante todo, por sus frecuentes comparaciones con Pablo Picasso, el bienestar de la humanidad siempre fue de vital importancia para él; luchó por ella a su manera. Su anhelo de armonía, y su opinión de que todos los seres vivos deben ser tratados con el mismo respeto y amor no necesariamente pueden ser dejados de lado. Su meta no era la perseverancia de su trabajo, sino más bien la entrega de un mensaje que alcanzase a un amplio espectro de personas.
Cuando Miró permitió que sus observaciones del entorno le llevasen a un mundo poético-visionario y universal, la realidad proporcionó un punto de partida, pero nunca fue el destino final. Su transformación en un sistema de colores y formas fue la fuerza motriz de su visión creativa. El aspecto de su trabajo es mágico. Lunas, soles, estrellas y cometas, ojos e insectos, aves y mujeres pueblan sus pinturas, y la interpretación poética de su interés por la tierra y el cosmos es evidente en su obra: en la flora y la fauna, y, no menos importante, en la humanidad y su lugar dentro de este mundo. A diferencia de los surrealistas, Miró no permita que el material inconsciente se manifestase en su obra. Sus pinturas ofrecen visiones particulares de la esencia original de las cosas, el mundo y el universo.
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