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El paisaje urbano en la pintura

Un repaso a la historia de la pintura del paisaje urbano, desde la antigüedad hasta el siglo XXI.

George Bellows - New York - 1911
George Bellows – New York – 1911

por G. Fernández – theartwolf.com
Todos los aficionados al arte moderno y contemporáneo reconocerán que los paisajes urbanos forman parte sustancial de la escena artística de la época reciente, desde el París impresionista de Pissarro o Monet al Madrid de Antonio López, pasando por el Nueva York de Richard Estes, o los paisajes abstractos de Willem de Kooning. Pero, ¿dónde comienza esta tradición? ¿Qué camino ha recorrido el arte hasta llegar a este rico acervo de visiones de la ciudad? En este artículo se propone un recorrido por la historia del paisaje urbano, desde los comienzos del Arte hasta el siglo XXI

La antigüedad

Del mismo modo que no existe consenso acerca de la fecha exacta del nacimiento de la primera ciudad (generalmente se ha venido considerando a Ur y otras ciudades mesopotámicas como las primeras ciudades de la historia, pero Çatalhöyük, en Anatolia, podría reclamar tal título), no podemos establecer un comienzo exacto en la historia de la pintura urbana.

En Acrotiri, en la isla griega de Santorini, se ha hallado un enigmático fresco (conocido como el “Fresco de los barcos”) representando un viaje en barco entre dos ciudades fortificadas, que no obstante no son las protagonistas de la composición. Algo que si ocurre en el llamado “Fresco de la ciudad”, una vista aérea de una ciudad portuaria (real o imaginaria) encontrada en 1997 en las Termas de Trajano (ver imagen); y que podría considerarse, a espera de un estudio detallado del mismo, el primer paisaje urbano completo de la historia de la pintura. En Estabia, en las cercanías de Pompeya, se han encontrado frescos romanos representando una ciudad costera.

Roman wall painting from Stabiae 1st century
Roman wall painting from Stabiae 1st century

Los pioneros: del trecento al alto renacimiento

Durante la Edad Media, representaciones parciales de ciudades aparecen como fondo en algunos manuscritos iluminados, sin lograr nunca un protagonismo especial en la composición. A finales del siglo XIII y principios del siglo XIV, el arte occidental comienza a renacer. De la mano de Duccio, Cimabue, y, sobre todos ellos, Giotto di Bondone, la pintura europea se libera de la rígida tradición bizantina, renovándose e iniciando nuevos caminos. Ambrogio Lorenzetti (c.1290-1348) pinta hacia 1335 el fresco conocido como “Ciudad junto al mar” (Pinacoteca, Siena), generalmente considerado como el primer paisaje urbano propiamente dicho de la historia del Arte occidental. Pero incluso más notable es su “Alegoría del buen gobierno” (c.1338-40), que, con sus múltiples planos pictóricos carentes de perspectiva, parece anticipar de modo enigmático algunas pinturas de las primeras vanguardias del siglo XX, como Schiele o Klimt.

Ambrogio Lorenzetti - City - 1335
Ambrogio Lorenzetti – City – 1335

Este interés por la pintura urbana de Lorenzetti no logra fraguarse en una tradición pictórica notable en Italia (aunque pequeñas pero brillantes vistas de ciudades aparecen como fondo en algunas obras de los pintores más famosos de la época, como por ejemplo en “Santa Elena halla la Vera Cruz”, de Piero della Francesca) hasta que a finales del quatrocento los pintores de la escuela veneciana comienzan a hacer de la pujante ciudad de los canales el motivo principal de sus composiciones. De la mano de Vittore Carpaccio y Gentile Bellini, la pintura veneciana de la época alcanza un esplendor que tendría su continuación en las grandes pinturas de vedutas 250 años más tarde, como veremos posteriormente.

Vittore Carpaccio - Miracle of the Relic of the True Cross - 1494
Vittore Carpaccio: Milagro de la reliquia de la Cruz (1494)

Tampoco existe una tradición de pintura urbana en el Renacimiento del norte de Europa, si bien, al igual que como sucedía en Italia, muchos de los pintores más importantes de la época incluyeron bellas representaciones de las ciudades como fondo de sus pinturas, como por ejemplo Albrecht Altdorfer en la espectacular “La batalla de Alejandro en Issos” (1529). No obstante, los experimentos más notables en paisajismo urbano en Alemania fueron llevados a cabo por grabadores, en especial Michael Wolgemut (1434-1519)

En la detalladísima “Virgen del Canciller Rolin”, Jan van Eyck muestra en el fondo de la composición una sensacional representación de una ciudad fluvial, posiblemente Lyon. Pero, pese a la calidad de esta representación, la ciudad no alcanza el “estatus” de protagonista en la pintura, al igual que ocurre en la “Arqueta de Santa Úrsula” de Hans Memling. Perece como si la pintura holandesa, con notables excepciones como Maarten van Heemskerck (1498 – 1574), estuviera reservando su interés por el paisaje urbano para el importante capítulo que estudiaremos a continuación.

La consagración del paisaje urbano: la Escuela de Delft

La bella ciudad de Delft, al oeste de Holanda, causó una especial admiración entre los pintores desde el final del renacimiento, apareciendo como protagonista en obras como “Delft Vanuit het Westen” (c.1615), de Hendrick Cornelisz Vroom. Pero es en la segunda mitad del siglo XVII, tras la catastrófica explosión ocurrida en la ciudad en 1654 (notablemente representada por el pintor Egbert van der Poel en su “Explosión en Delft”), cuando la llamada “Escuela de Delft” llega a su apogeo.

El artista más destacado de esta escuela es Johannes Vermeer. Pintor de producción muy limitada, en el conjunto de las apenas 35 obras que pueden ser atribuidas al artista, se encuentran dos paisajes urbanos que pueden ser considerados entre los más importantes jamás pintados. La primera de ellas es la famosísima “Vista de Delft”, de la que Marcel Proust llegó a declarar que era “el más bello cuadro del mundo”. En ella, la increíble precisión con la que el artista pinta la arquitectura de Delft hace pensar a muchos críticos que Vermeer recurrió al uso de una cámara oscura para ayudarse en su tarea. Menos famosa que la obra anterior, “La callejuela” (1661, Rijksmuseum, Ámsterdam) reúne en una composición aparentemente sencilla varios elementos, como la marcada asimetría de la composición, o el gusto por la cotidianeidad, que anticipan los paisajes urbanos del siglo XX.

Johannes Vermeer - View-of-delft - 1660-1661 - Oil on canvas - The Hague - Mauritshuis
Johannes Vermeer – Vista de Delft – 1660-1661 – Óleo sobre lienzo. La Haya, Mauritshuis

Canaletto y los vedutistas

A comienzos del siglo XVIII, era costumbre entre los acaudalados hombres de negocios británicos realizar un viaje a las principales ciudades italianas, entre ellas Venecia, un viaje conocido como el “Grand Tour”. Deseosos de llevarse al lluvioso norte un recuerdo digno de la luz y la arquitectura veneciana, los viajeros adquirían vistas de la ciudad de los canales pintadas por pintores locales, impulsando así la creación de un género pictórico, el vedutismo, que todavía sorprende hoy en día. Herederos de los ya mencionados pintores venecianos de finales del quattrocento y principios del cinquecento (Carpaccio, Bellini), los pintores de vedutas no necesitan “excusas” (recepciones reales o papales, fiestas) para incluir la ciudad en sus pinturas: Venecia es la sola y única protagonista de las mismas.

Canaletto - The Stonemasons Yard - 1725
Canaletto: The Stonemason’s Yard (El patio del Cantero), c.1765

La exposición “Canaletto y sus rivales”, organizada por la Galería Nacional de Londres en 2010, muestra claramente la jerarquía entre estos pintores: el famoso Canaletto está justamente en la cima, un artista capaz de “hacer brillar el sol en sus pinturas”, como reconoció un marchante de la época. La popularidad de Canaletto le llevó hasta Inglaterra, donde aumentó su fama y fortuna pintando paisajes londinenses. Además de Canaletto, merecen ser estudiados dos importantes predecesores, Gaspar van Wittel (holandés afincado en Italia) y Luca Carlevarijs, así como varios artistas surgidos a rebufo del Canaletto, entre ellos Bernardo Bellotto y Francesco Guardi.

La ciudad en Asia

La pintura china, tremendamente importante en la pintura del paisaje natural, hasta el punto de superar durante muchos siglos cualquier forma de pintura occidental, no encontró, sin embargo, el gusto por la representación del paisaje urbano. Existen, por supuesto, notabilísimas excepciones: la sensacional “El festival Qingming junto al río” (1085-1145), obra de Zhang Zeduan, muestra, con un nivel de detalle difícil de concebir para una obra tan antigua, la vida una pequeña ciudad fluvial china. Otros artistas posteriores también representaron las ciudades chinas, siempre rodeadas por sorprendentes paisajes naturales, como en “La nueva Ciudad de Feng” (c.1760) obra de Ding Guanpeng. La representación de la ciudad china es, no obstante, ya parte fundamental del arte contemporáneo chino.

En Japón, el momento clave en la pintura urbana se produce en el Periodo Edo (1603-1868), con el nacimiento de la cultura urbana, reflejada en la pintura gracias a artistas como Utagawa Hiroshige, también conocido como Ando Hiroshige, que realiza la pulcra “Vista nocturna de Saruwakacho” (1856); y otros nombres como el menos conocido Utagawa Kuniyoshi.

Hiroshige - Night view of Saruwakacho - 1856
Utagawa Hiroshige: Vista nocturna de Saruwakacho, 1856

El impresionismo

Durante la segunda mitad del siglo XIX, Napoleón III encargó al Barón Haussmann una serie de reformas de carácter interior para la ciudad de París, con el objetivo de convertirla en la metrópolis más moderna y potente de Europa. Tras este impulso modernizador, París se convirtió en uno de los motivos pictóricos favoritos para los pintores impresionistas. De Manet a Caillebotte, de Renoir a Pissarro, incluyendo a pintores no puramente impresionistas como van Gogh, todos escogieron a la moderna París como modelo urbano para su pintura.

Gustave Caillebotte - Rue de Paris temps de pluie - 1877
Gustave Caillebotte: Calle de Paris, día de lluvia, 1877

Además de vistas generales de la ciudad, como la famosa “Calle de Paris, día de lluvia” de Gustave Caillebotte (1877, Paris, Museo d’Orsay) o la espectacular “Montmartre, nocturno” de Camille Pissarro (1897, Londres, Galería Nacional); los pintores impresionistas se sintieron atraídos por los elementos innovadores de la ciudad moderna, en especial aquellos relacionados con el mundo del ferrocarril. Así, las estaciones pasaron a formar parte fundamental de la iconografía impresionista. Y entre todas ellas, la estación de Saint-Lazare (Gare Saint-Lazare) reunía en sí misma todos los elementos del París moderno. La sensacional “Le gare Saint Lazare (La estación de Saint Lazare)” (1877, Paris, Museo d’Orsay) de Claude Monet, fue admirada incluso por los críticos de la época, algo poco usual en la era de los impresionistas. El ya mencionado Gustave Caillebotte fue otro pintor que se sintió atraído por el mundo del ferrocarril, pintando el famoso “El Puente de Europa” (1876, Musée du Petit-Palais, Ginebra)

Camille Pissarro - Le Boulevard Montmartre effet de nuit - 1897
Camille Pissarro: Boulevard Montmartre, nocturno, 1897

Pintando la ciudad americana: de Whistler a Diebenkorn

James Abbott McNeill Whistler (1834-1903), quizás el más destacado de los pintores americanos del XIX, es también el más importante nombre de la pintura urbana americana de dicho siglo. Sus vistas nocturnas de distintas ciudades americanas y europeas llegan a su cénit en la sensacional “Nocturne in Black and Gold: The Falling Rocket” (1874, Detroit, Institute of Arts). Tras Whistler, el pintor más notable en el género del que estamos hablando es Childe Hassam (1859-1935), uno de los más destacados representantes del impresionismo americano, y cuyas pinturas de banderas (en especial la bella «La Avenida bajo la lluvia» expuesta en el Museo de la Casa Blanca) son todavía una de las imágenes más fácilmente identificables de la pintura americana.

Childe Hassam - The Avenue in the rain
Childe Hassam: La avenida bajo la lluvia, 1917

Un momento álgido en la historia de la pintura urbana es el representado por la llamada “Ashcan School”, un grupo de pintores realistas americanos que representaron la vida cotidiana en Nueva York a principios del pasado siglo. El primer líder de esta generación de artistas fue Robert Henri, creador de obras icónicas como “Nieve en Nueva York“ (1902, Galería Nacional de Arte,Washington), y a quien siguieron artistas como Everett Shinn o John French Sloan.

Pero los dos artistas más importantes asociados a esta generación son George Bellows y Edward Hopper. Bellows, un talentoso pintor de activa conciencia social, es el gran narrador de la vida de la clase media-baja neoyorquina de la época, alcanzando sus máximos logros en “Cliff Dwellers” (1913, Los Angeles County Museum of Art) y el sensacional “New York” (1911, Galería Nacional de Arte, Washington). Hopper, por su parte, siempre será considerado como “el pintor de la soledad urbana”, prefiriendo las escenas que tienen lugar en el interior de hoteles y apartamentos, y autor del famosísimo “Nighthawks” (1942, Art Institute of Chicago)

Edward Hopper - Nighthawks - 1942 - Oil on canvas - Art Institute - Chicago
Edward Hopper – Nighthawks – 1942 – Óleo sobre lienzo – Art Institute – Chicago

Paisaje urbano y avant-garde

Las representaciones urbanas del periodo de las vanguardias son tan variadas como el propio panorama artístico de la época. Es decir, imposibles de resumir en un artículo como éste. Hagamos un breve repaso por las más significativas vanguardias de la época.

Los pintores cubistas, pese a usar como motivo favorito las naturalezas muertas, encontraron en las ciudades atractivo suficiente como para usarlas en sus experimentos. Dentro de ellos, quien más merece ser destacado aquí es Fernand Leger, y es “The City” (1919, Museo de Arte, Filadelfia) su obra más significativa, además de ser uno de los mejores paisajes urbanos de la historia de la pintura. Una visión del paisaje urbano cubista más natural nos la ofrece Robert Delaunay en “Campo de Marte. La Torre roja” (1911, Chicago, Art Institute)

Fernand Leger - The City La Ville - 1919
Fernand Leger – La ciudad (La Ville) – 1919

Son muchos los pintores de la llamada Escuela de París que realizan sus peculiares visiones de la capital francesa. Desde las coloridas obras de Henri Mattisse (“la ciudad árabe”, 1905) o Raoul Dufy (“La calle engalanada”, 1906) hasta la personalísima obra de Marc Chagall, destacando su “Paris a través de la ventana” (1913), en la que nos muestra un Paris misterioso e indescifrable en la que nada –ni nadie- es realmente lo que creemos que es. Debemos hacer mención, también, a los futuristas italianos, tenaces en su esfuerzo por representar el movimiento de la ciudad contemporánea (Umberto Boccioni: “La ciudad se levanta”, 1910-11)

Marc Chagall - Paris par la fenetre - 1913 - Oil on canvas - Guggenheim Museum New York
Marc Chagall – Paris par la fenetre – 1913 – Óleo sobre lienzo – Guggenheim Museum New York

En los años posteriores inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial, en Alemania, aparece la figura de George Grosz, pintor enigmático, a veces clasificado como “dada”, una etiqueta que tantas veces se da a los pintores inclasificables. En obras como “Metropolis” (1917, Nueva York, MOMA) o “El funeral de Oskar Panizza” (1917-18, Staatsgalerie, Stuttgart), Grosz retrata a la sociedad urbana de la época: aturdida, desorientada, tras la reciente violencia de la Guerra.

George Grosz - Metropolis - 1917
George Grosz: Metropolis, 1917

En el camino hacia la abstracción, destaca la figura de Piet Mondrian, quien, tras emigrar a Estador Unidos, completa sus originales visiones de la ciudad de Nueva York, destacando el “Broadway Boogie Woogie” (1942-43, Nueva York, MOMA), del que el también pintor Robert Motherwell escribió: “¡La ciudad moderna! Precisa, rectangular, cuadriculada (…) Broadway, blancos y negros y el boogie-woogie; la música undergroung de los rebeldes”

Piet Mondrian - Broadway Boogie Woogie - 1942 - MoMA - New York
Piet Mondrian – Broadway Boogie Woogie – 1942 – MoMA – New York

La ciudad contemporánea: fotorrealismo e hiperrealismo

Tras la Segunda Guerra Mundial, las visiones pictóricas de la ciudad se multiplican, apareciendo ya en el repertorio de los artistas del expresionismo abstracto, como en el “City landscape” de Joan Mitchell (1955, Art Institute de Chicago) o en algunos experimentos de Willem de Kooning.

Apartándose del expresionismo abstracto dominante a finales de los 40 y principios de los 50, los pintores del llamado “Bay Area Figurative Movement” recurren a la pintura figurativa para representar la luz de la costa oeste. Richard Diebenkorn (1922-1993) comenzó adoptando el estilo del expresionismo abstracto, pero pronto apostó por la pintura figurativa (“Cityscape I”, 1963, San Francisco Museum of Modern Art). Wayne Thiebaud, también conocido por sus pinturas de juguetes y golosinas, es también conocido por sus perspectivas de las enormes avenidas y autopistas californianas, dentro de una producción artística que llega hasta nuestros días.

Wayne Thiebaud - Ocean City - 2006
Wayne Thiebaud – Ocean City – 2006 © Wayne Thiebaud, ARS New York

Pero quienes de verdad tomaron el paisaje urbano como la parte fundamental de su obra en tiempos recientes han sido los pintores fotorrealistas e hiperrealistas. Dentro de los primeros, el más importante es Richard Estes (nacido en 1932), posiblemente el mejor retratista de los paisajes neoyorquinos desde George Bellows, con una producción artística que abarca desde el brillante “Horn and Hardart Automat” de 1967 hasta el reciente “Broadway Bus Stop, Near Lincoln Center” de 2010.

Richard Estes - Broadway Bus Stop Near Lincoln Center - 2010
Richard Estes: Broadway Bus Stop, Near Lincoln Center, 2010
© Richard Estes, ARS New York
courtesy Marlborough Gallery, New York

Además de Estes, merece ser mencionada la obra de Rackstraw Downes (nacido en 1939), inglés afincado en Nueva York, y la de Yvonne Jacquette (nacida en 1934), autora de vistas aéreas de las grandes ciudades americanas. En España, destaca la figura hiperrealista de Antonio López, cuya “Gran Vía” (1974-1981) forma parte de la historia de la pintura española.

Antonio Lopez - La Gran Via - 1974-1981
Antonio López: La Gran Vía, 1974-81
© Antonio López

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