Impresionismo y el Paris de Haussmann, 1860-1900
por G. Fernández – theartwolf.com
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Paris sufrió una serie de reformas de carácter interior, con el objetivo de convertirla en la metrópolis más moderna y potente de Europa. Napoleón III nombra responsable de este ambicioso proyecto a Georges-Eugène Haussmann, que se hizo cargo de las transformaciones en la capital francesa, transformaciones que con el tiempo se conocerían como «El París de Haussmann», paradigma, junto a la Barcelona de Cerdá, del urbanismo europeo del siglo XIX, y muy criticado por funcionalistas como Van Esteren, que los denomina «urbanismo de cartón». En este impulso modernizador, París se convirtió también en el motivo pictórico por la corriente pictórica más moderna y potente de la época, el impresionismo. De Manet a Caillebotte, de Renoir a Pissarro, incluyendo a pintores no puramente impresionistas como van Gogh, todos escogieron a la moderna París como modelo urbano para su pintura.
Plano de Paris de 1878 (autor: Gaultier) mostrando la morfología de Paris y las intervenciones de Haussmann
La base del Paris de Haussmann era la remodelación del sistema viario, y quizás la imagen más característica de ello sean los bulevares. Lejos del significado burgués y glamoroso de hoy, Haussmann trazó estas majestuosas vías con un claro objetivo militar: sus grandes dimensiones permitía el paso de las tropas
Gustave Caillebotte: Hombre en el balcón, boulevard Haussmann (1880, colección particular). Aunque no alcanza la fama de algunos de sus contemporáneos, como Monet o Renoir, Caillebotte es posiblemente el pintor que mejor ha retratado el Paris de Haussmann y sus majestuosos bulevares. Caillebotte juega con la perspectiva para conseguir acotar la vista hasta aquellos límites que mejor definan la personalidad urbana.
Pierre-Auguste Renoir: Les grands boulevards (1875, © Philadephia Art Museum) visión total del Paris de Haussmann de la mano de un pintor que apenas lo usó como motivo en su arte. Renoir nos transporta al punto de vista de un paseante cualquiera de los bulevares parisinos, desde el que posemos contemplar el elemento residencial, viario, espacios verdes (elemento lineal: bulevares) y mobiliario urbano, mostrando en el extremo izquierdo una farola, un urinario y un banco sobre el que se apoya un despreocupado hombre que lee un periódico.
Uno de los puntos del Plan de Hausmann para París referido al viario era la transformación de las estaciones de ferrocarril, que no sólo formaban parte de la ciudad, sino que se entienden a una escala mayor, estatal, uniéndose con grandes bulevares. Las estaciones del París del XIX se convierten en puntos focales de la ciudad, y en «símbolos de modernidad» muy apreciados por los pintores impresionistas.
Claude Monet: La estación de Saint-Lazare, 1877 (Paris, Orsay), una maravilla impresionista que la revista «L’homme libre» definió así en la Tercera Exposición Impresionista: «Es maravillosa de veras. Su pincel no sólo ha representado el movimiento, el color y la actividad, sino la algarabía. Es inolvidable. La estación, en efecto, está llena de estrépito -chirridos, silbatos- que puede captarse a través de la confusión de nubes de humo gris y azulado. Es una sinfonía pictórica»
Así, las estaciones pasaron a formar parte fundamental de la iconografía impresionista. Y entre todas ellas, la estación de Saint-Lazare (Gare Saint-Lazare) reunía en sí misma todos los elementos del París moderno: una activa y bulliciosa estación, rodeada de imponentes bulevares y maisons , con el modernísimo Puente de Europa, nuevo símbolo de la Arquitectura de hierro. Símbolo del futuro industrial y republicano, microcosmos de hierro y humo, la Estación fue modelo de los mejores pinceles de la época.
Gustave Caillebotte: El Puente de Europa, 1876 (Musée du Petit-Palais, Ginebra) y Claude Monet: El puente de Europa en la Estación de Saint-Lazare, 1877 (Paris, Musée Marmottan), dos versiones distintas del mismo tema. Mientras que Caillebotte enfatiza la austeridad y pureza de la arquitectura de hierro, Monet la matiza, difuminándola entre el humo del ferrocarril.
Haussmann se anticipó muchas décadas a las teorías funcionalistas que destacaban la importancia de los grandes cruces de caminos como aglutinadores de tráfico y puntos vitales del nuevo orden urbano.
Camille Pissarro: La Place du Théâtre Français (1898, © Los Angeles County Museum of Art) o el no siempre exitoso intento de poner orden en el caos circulatorio. Pissarro repetiría esta inusual perspectiva en varias pinturas de sus últimos años.
La edificación residencial del Paris de Haussmann se basaba en la «Maison de Raport», una jerarquización en alturas y clases sociales, que dotaban a Paris de una imagen unitaria. Las ordenanzas de fachada tuvieron una importancia fundamental en esta época.
Vincent van Gogh: Vista de Paris desde Meudon (1886, Amsterdam, Museo van Gogh), quizás la más impresionista de las pinturas de van Gogh, comparada con una panorámica actual desde la misma colina. Parte de la unidad en altura se ha perdido, en parte por la creación de nuevos polígonos edificatorios (La Defense) y nuevas intervenciones, como la Torre Montparnasse.
El sistema de espacios verdes también sufrió modificaciones importantes, dividiéndose en elementos lineales (Avenidas arboladas y paseos) y parques urbanos (periurbanos, interurbanos y squares) Esta sería una de las modificaciones parisinas más imitadas por otras ciudades europeas.
Edouard Manet: Carreras en el Bois de Boulogne (1862, colección particular), vigorosa y dinámica representación del más orgulloso de los espacios verdes parisinos, destinado a ser lugar de esparcimiento de los ciudadanos de la gran metrópolis.
El mobiliario urbano es único en Paris: por primera vez se considera parte del proyecto urbano, como elemento que va a tener una importancia fundamental en el paisaje urbano. Se crean kioscos, bancos, urinarios. Destacan las farolas, siendo Paris la primera ciudad europea en poseer alumbrado público.
Vincent van Gogh: Montmartre, 1886 (© Chicago, the Art Institute of Chicago), o como las farolas pueden convertirse en elemento conformador del paisaje urbano (y de la pintura)
Camille Pissarro: Boulevard de Montmartre (1897, Melbourne, Victoria Gallery of Art) o el testimonio pictórico de la grandeza del proyecto urbano de Haussmann: alumbrado público a varios niveles, kioscos, bancos y urinarios, alineados y equipando el monumental Boulevard de Montmartre. El inusual punto de vista, organizado por las líneas confluentes del viario y el arbolado, permite al espectador una inmediata comprensión del espacio urbano representado.
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