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El Arte Románico

Una fe grabada en piedra

«El románico es un arte, una arquitectura, un mundo de expresión que se extiende por toda Europa, un lazo de comunidad espiritual, un intento de unidad mental de los pueblos cristianos frente a la disgregación anterior y frente a ese otro gran bloque de poder mediterráneo representado por la cultura árabe».

Miguel Ángel García Guinea: «El Románico, segundo arte de unidad europea», 2002.

Imágenes: Basílica de Vézelay, tímpano central (1140-1150) ·· Maestro Mateo: Pórtico de la Gloria (1168-1188), Catedral de Santiago de Compostela. Fotografía de Eduardo De Riquer ·· Maestro de Taüll: Ábside de Sant Climent de Taüll, c.1123. Museu Nacional d’Art de Catalunya.

Al contrario que otros periodos artísticos de la historia de Europa, cuyo marco temporal está claramente delimitado por hechos históricos puntuales (como es el caso de Bizancio, con la fundación y caída de Constantinopla), en el caso del Arte Románico no existe un acontecimiento que marque de forma clara su inicio o su final. Tradicionalmente se considera que el románico se hizo predominante en Europa hacia el año 1000, y que comenzó a perder importancia a partir del siglo XIII, con la aparición del gótico. No obstante, siendo un estilo plurinacional, persistió en algunas regiones durante mucho más tiempo, aún mientras el gótico iluminaba gran parte de Europa.

Es importante comenzar indicando que lo que entendemos por arte Prerrománico incluye una serie de estilos regionales ya indicados en el capítulo dedicado al Arte del Periodo de las Migraciones y el Arte Vikingo. No obstante, dicha entrada se ocupa sobre todo de los llamados pueblos “bárbaros” del norte de Europa, donde la influencia celta y de otros pueblos paganos era notable. En la Europa del sur, con el cristianismo más asentado, el arte prerrománico, especialmente la arquitectura, resulta un precedente claro del románico, especialmente en el caso de la arquitectura lombarda (siglos VI al VIII) y el arte asturiano (siglos VIII al X). Esto no quiere decir que la influencia pagana solo se limite a rincones del norte de Europa. En realidad, aunque se trate de un estilo evidentemente cristiano, claramente relacionado con la sociedad feudal de su tiempo, «el arte románico conservó muchos elementos de la visión pagana. Los pueblos bárbaros que se asentaron en el norte y centro de Europa aún no habían llegado a concebir el mundo de los hombres como un reflejo del orden divino. Por eso los edificios no se elevan hacia el cielo, como hacen las catedrales góticas.» (Alexandra Wilhelmsen y Heri Bert Bartscht: «El románico»)

La arquitectura románica, si bien debe alguna de sus soluciones constructivas a los romanos, utiliza de forma casi exclusiva la piedra, apartando el «hormigón romano» que aquellos habían comenzado a emplear. Es una arquitectura de aspecto masivo, imponente, que otorga gran importancia a las los muros y las bóvedas, especialmente de cañón. Para Benevolo, durante los años de formación del estilo románico, «el interés de los constructores occidentales va desplazándose hacia otro problema, extraño a la sensibilidad oriental: el examen de la realidad física de las estructuras investigada profundamente más allá de la superficie del muro«. (Leonardo Benevolo: «Introducción a la arquitectura», 1960). En la arquitectura románica los muros macizos no se ocultan bajo mosaicos o cualquier elemento ornamental, mientras que los contrafuertes se exhiben de forma desafiante. Por otra parte, siendo el románico, como se ha dicho, un estilo plurinacional (cuya extensión abarca un territorio casi coincidente con el del Imperio romano de Occidente), existen -como era de esperar- notables diferencias de estilo entre zonas.

La escultura románica en piedra está casi siempre ligada a la arquitectura, habiendo llegado hasta nosotros magníficos ejemplos de relieves arquitectónicos, como el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela, obra del artista conocido como Maestro Mateo, o el conjunto de la Abadía de Saint-Pierre de Moissac. En metalurgia, se realizaron exquisitas obras, casi siempre de carácter religioso, como el Relicario de los Tres Reyes Magos conservado en la Catedral de Colonia.

Los murales románicos que han llegado hasta nosotros, generalmente de carácter religioso, se caracterizan por tratarse de composiciones algo rígidas, sin mostrar avances significativos en el dibujo, color o perspectiva. Debe indicarse, no obstante, que muy pocos ejemplos de pintura de temática profana –donde los artistas debieron sentir una mayor libertad creativa- han sobrevivido. Más originalidad se encuentra en el campo de la iluminación, sobre todo en los manuscritos británicos, como el Salterio de San Albano o la Biblia de Winchester.

G. Fernández · theartwolf.com

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