Saltar al contenido

Minimalismo

La reducción a la esencia

Nada más contrario al “shaman” que actúa en caliente, que se da a sí mismo en su pasión por comunicar, que el artista del “minimal” que calcula en frío y en solitario y que se arriesga a negar incluso la validez de todo esfuerzo, poniendo en entredicho al “homo faber”

María Lluïsa Borràs

Sol LeWitt: «Modular Cube», 1979. Neue Nationalgalerie. Fotografía de Rino Porrovecchio, licencia C.C. 2.0 ·· Lugwig Mies van der Rohe: Pabellón Alemán (Pabellón Barcelona), 1929 (reconstruido en 1983-1986). Fotografía de Hans Peter Schaefer, licencia C.C.. 3.0

Se podría decir que, al igual que sucedió tiempo atrás con los conceptos de Romanticismo e incluso Expresionismo, el término Minimalismo ha trascendido de su uso como definición de un movimiento artístico para pasar a formar parte del léxico coloquial que lo usa en contextos muy diversos y discutibles, calificando a veces como “minimalista” a aquello que debería llamarse sencillamente “simplificado” o incluso “incompleto”. En su origen en los años 60, el Minimalismo fue, al igual que el arte conceptual, una reacción a los excesos del modernismo, que aboga por la reducción del objeto artístico a su esencia arte reducido al mínimo«, según definición de Barbara Rose en 1965), despojado de todo aquello que el creador considere superfluo, entre lo cual se puede encontrar la estética, la subjetividad o incluso su capacidad de comunicar o emocionar, cualidades habitualmente consideradas como esenciales para definir un objeto como “obra de arte”. En este sentido, se preguntó Valeriano Bozal (“Modernos y Postmodernos”, 1993), “¿Qué cabe decir de un objeto que pretenda reducir al mínimo, hasta hacerlas desaparecer, todas o algunas de esas características, un objeto que no desee significar nada, (…) un objeto que pretenda neutralizar todos aquellos factores sobre los que tradicionalmente se apoya lo artístico? (…) No estoy muy seguro de que se pueda hablar de objeto artístico, al menos en el sentido natural de la palabra”.

Esta discusión sobre si un objeto minimalista es realmente una obra de arte acompañó al Minimalismo desde sus orígenes, y continúa hoy en día. Pese a ello, la simplicidad (al menos conceptual) de la idea de Minimalismo hizo que este se viera reflejado en prácticamente todos los ámbitos creativos, desde las artes visuales a la música, pasando por el diseño industrial, la arquitectura, e incluso el cine y la literatura.

En las artes visuales, el Minimalismo, como se ha dicho, surge como una reacción al modernismo, especialmente a la complejidad del Expresionismo Abstracto americano de postguerra. “El proyecto del minimalismo en el trabajo de teóricos y teóricos clave como Robert Morris, Donald Judd y Richard Serra, fue oponerse a la subjetividad y expresividad del modernismo estadounidense de posguerra (…) y, en cambio, desarrollar, como dice Ann Goldstein, ‘la concepción del arte como un objeto autorreferencial situado en el espacio físico y temporal que involucra a un espectador autorreflexivo.’ En lugar de un énfasis en el artista y (generalmente) su autoexpresión, las obras rechazan la subjetividad e insisten en su propia ‘objetividad’ y materialidad”. (Janet Wolff: «Los significados del minimalismo», 2005)

Donald Judd: «Sin título», 1988-1991. Museo de Israel. Fotografía de Talmoryair, licencia C.C. 4.0 ·· Richard Serra: «Contour 290», 2004. Glenstone Museum. Fotografía de Ron Cogswell, licencia C.C. 2.0.

Teniendo como antecedentes directos a Kazimir Malevich y los artistas de De Stijl como Piet Mondrian, el Minimalismo se refleja en pintura en las obras de Frank Stella (n.1936), Kenneth Noland (1924-2010) o Ellsworth Kelly (1923-2015). Pero más incluso que en la pintura, el Minimalismo fue estudiado en las tres dimensiones en las esculturas de artistas como Sol LeWitt (1928-2007), quien también experimentó con el arte conceptual; Anne Truitt (1921-2004), quien dotó a sus obras minimalistas de un cierto grado de artesanía; Donald Judd (1928-1994), quien no obstante nunca se sintió identificado como “minimalista”; o Dan Flavin (1933-1996), célebre por sus instalaciones con tubos fluorescentes.

En arquitectura, el Minimalismo se suele asociar con la importantísima figura de Ludwig Mies van der Rohe (1886–1969), a pesar de que el arquitecto proyectó la mayoría de sus edificios «minimalistas» (desde el Pabellón Barcelona hasta el Edificio Seagram) años o décadas antes de la aparición del Minimalismo en las artes visuales. A Mies se le atribuye, de forma quizás apócrifa, la frase de “menos es más”, identificado por muchos como el leimotiv del Minimalismo. Después de Mies, la influencia del Minimalismo es apreciable en un notable número de arquitectos contemporáneos, desde los japoneses Tadao Ando y SANAA hasta los portugueses Álvaro Siza y Eduardo Souto de Moura. La influencia del Minimalismo también se ha sugerido, en mayor o menor medida, en las obras literarias de Samuel Beckett (1906-1989), y en algunas composiciones musicales de John Cage (1912-1992).

Poco antes de su muerte, Sol LeWitt, quien como hemos dicho es considerado una de las grandes figuras del Minimalismo, sentenció: «El minimalismo nunca fue una idea real. Terminó antes incluso de comenzar«. Varios ejemplos contemporáneos, entre ellos el Post-minimalismo de artistas como Richard Serra (n.1938), parecen quitarle la razón. Como escribió Cedric VanEenoo (“Minimalismo en el arte y el diseño: concepto, influencias, implicaciones y perspectivas”, 2011) “el minimalismo todavía existe a pesar de que se declara como ‘muerto’ de vez en cuando (…) El minimalismo no solo es reconocible sino visible en muchos frentes. El estilo que alguna vez se consideró subversivo se ha vuelto aceptable con el tiempo, en parte porque está muy extendido en la sociedad en todos los niveles«.

G. Fernández · theartwolf.com

Follow us on:

Minimalismo