Arte de Japón
Una armoniosa relación entre el hombre y la naturaleza
«Las artes de Japón se encuentran entre las más ricas y expresivas tradiciones del mundo y, como todas las formas de arte, merecen una atención y un estudio minuciosos. Sin embargo, en cierto modo, desafían el análisis por su directo y evocador atractivo. Las palabras y las explicaciones no son suficientes; el arte cobra vida a través de la experiencia».
Stephen Addiss: “Cómo mirar el arte japonés”, 1935
Imágenes: Dogu Miyagi, 1000 to 400 BCE; excavado en el yacimiento de Ebisuda en Osaki, Miyagi. Photo by World Imaging ·· Hasegawa Tōhaku: «Pinos» (panel izquierdo), c. 1595 ·· Hokusai: «La gran ola de Kanagawa», grabado ukiyo-e, 1830-33 ·· Hiroshige: «Lluvia repentina sobre el puente Shin-Ohasi y Atake», grabado ukiyo-e, 1857
Al igual que otras culturas de Asia, el arte de Japón destaca por la variedad de medios y materiales en los que se produjo, incluyendo pintura, caligrafía, cerámica, escultura, y grabados, entre otros. Uno de los temas principales del arte japonés es “la cercana y armoniosa relación entre el hombre y la naturaleza” (Yuriko Saito: “La apreciación japonesa de la naturaleza”, 1985). Esto se refleja de forma evidente en la atención por la representación del paisaje natural de Japón, con su accidentado relieve y su cambiante clima, en las pinturas y grabados, pero también exige una mirada más profunda para poder captar el valor emocional de otras formas de arte, como el kadō o ikebana (arreglos florales), o incluso la poesía y la arquitectura tradicional japonesa.
Una característica del arte de Japón es su capacidad de asimilar ideas y estilos de otras culturas con las que mantuvo contacto, sea por relaciones comerciales o por invasiones. En palabras de Stephen Addiss, ya mencionado anteriormente, “otra característica del arte japonés es su capacidad para tomar prestados y transformar rasgos de las artes de otros países”. Así, en la periodización habitual (aunque no unánime) del arte japoné se considera que el paso de la época “prehistórica” (Jōmon, Yayoi, Kufun…) a la “antigua” (Nara, Heian), vino dado por los contactos con la cultura china. Posteriormente, en el periodo medieval , comenzando con el Periodo Kamakura, se introdujo en Japón la secta zen, cuyos preceptos influirían en el arte posterior japonés.
El comercio tuvo una gran importancia en la sociedad japonesa, influyendo asimismo en el arte. Durante el Periodo Edo (1603-1868) el enorme aumento de la población hizo aumentar el comercio entre regiones, e incluso con otros países, incluyendo comerciantes holandeses. Los habitantes de Edo «se enorgullecían de su sensibilidad moderna: su apertura a las innovaciones, su bravuconería, su amor por la exhibición extravagante» (Edo: Arte en Japón 1615-1868. Producido por Donna Mann, National Gallery of Washington, 1998). Esta apertura al mundo es incluso más notable durante la Era Meiji (1868-1912), donde la influencia entre Japón y Europa se convierte en recíproca, siendo fácil encontrar la influencia del grabado ukiyo-e japonés (Hokusai, Hiroshige…) en pintores impresionistas y post-impresionistas, como Monet o Van Gogh.
El arte contemporáneo japonés refleja, durante las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, el trauma social y económico que supuso la derrota, y los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Esto es apreciable en las formas tradicionales de expresión artística (pintura, grabado), así como en cine y mangas, de forma evidente o implícita (“Akira” de Katsuhiro Otomo). En las últimas décadas, la globalización y la multiculturalidad ha influenciado la obra de artistas como Yayoi Kusama o Takashi Murakami.
G. Fernandez · theartwolf.com
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