Arte de la Antigua Grecia
En busca de la belleza suprema
El arte toma como modelo la naturaleza
Aristóteles
Imágenes: “Tañedor de arpa sedente”, Islas Cícladas, c,2800–2700 a.C. Nueva York, Metropolitan Museum ·· Fresco de primavera, de Akrotiri, c.1600-1500 a.C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas. ·· Kroisos Kouros, c.530 a.C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Pocos dudarán de que el Arte Griego, especialmente el creado durante los periodos clásico y helenístico, constituye uno de los puntos álgidos en la historia del arte universal. Esto es especialmente apreciable en la escultura, en la que se conjuga un naturalismo nunca hasta entonces logrado junto con la búsqueda de la belleza ideal, dando lugar a artistas como Fidias, Praxíteles o Mirón, cuyas obras -habitualmente conocidas a través de copias romanas- se sitúan entre las más icónicas de la historia del arte, lo que también puede decirse de los templos griegos, como el Partenón o el desaparecido Templo de Artemisa. De la pintura -incluso a través de copias- han llegado hasta nosotros menos obras, aunque se conservan importantes ejemplos realizados sobre cerámica. Como sucede en la mayoría de los capítulos de la historia, esta época de esplendor no se limitó al campo artístico, sino que el arte acompañó a un periodo de excepcional avance en el pensamiento, la cultura y en el conocimiento científico. En una palabra, en la civilización.
Pero, ¿por qué se produjo esta era de maravillas? ¿Qué llevó a qué esta región de islas y paisajes montañosos diera a luz, desde una perspectiva histórica de forma casi simultánea, a Platón y a Fidias, a Pitágoras y a Praxíteles, a Demócrito y a Policleto? Para Carl Sagan, las tierras de Egeo tenían la ventaja de estar en una encrucijada de civilizaciones. “Fue en el Mediterráneo oriental donde las civilizaciones africana, asiática y europea se encontraron y se fertilizaron mutuamente en una confrontación vigorosa y tenaz de prejuicios, lenguajes, ideas y dioses” (Carl Sagan: “Cosmos”, 1980).
Como se vio en el capítulo de arte neolítico en Europa, en la región de Tesalia se han hallado obras de arte dignas de mención procedentes del Neolítico Medio, pero es posible que las primeras obras maestras del arte griego sean las figuras de mármol de las Islas Cícladas, creadas a partir del V milenio a.C. Estas figuras estilizadas, que las que es fácil ver la influencia que tuvieron sobre la escultura de artistas modernos, «son el producto de una cultura imperfectamente comprendida. Se han encontrado pocos asentamientos, gran parte de las obras halladas -incluidas las figuras de mármol- proceden de tumbas, y los estudiosos no han establecido el origen preciso de los habitantes» (Michael Norris: “Greek Art. From Prehistoric to Classical”, 2000)
En Creta, la Edad del Bronce vio el esplendor de la Civilización Minoica. De ella, los palacios de Knossos y Akrotiri, si bien con grandes daños, han proporcionado algunas de las obras de arte más admiradas de la Grecia Prehelénica, especialmente las pinturas al fresco. En el campo de las artes, “los cretenses mostraron un admirable espíritu de independencia. Ellos fueron el único pueblo europeo que, sometido a la influencia de Egipto, intentó sacudirse el yugo de las fórmulas artísticas de sus vecinos, para buscar inspiración fresca en el estudio de su propio paisaje. Por la observación permanente de cuanto se movía en sus campos y en sus aguas, los artistas de Creta lograron dar vida palpitante a todas sus creaciones, con una novedad y una lozanía que sólo encuentran equivalencias en el arte decorativo de los pueblos del Extremo Oriente, chinos y japoneses” (Antonio Blanco Freijeiro: “Arte Griego”, 1956). La civilización minoica tuvo una gran influencia en el arte de la Civilización Micénica.
Del Periodo geométrico del arte griego (900-700 a.C.) han llegado hasta nosotros piezas de cerámica de carácter funerario. Al periodo geométrico siguió la Grecia Arcaica, cuya imagen más reconocible es la llamada “sonrisa arcaica” que muestran varias de las esculturas de la época. Es posible que esta característica distintiva «tenga su origen en la escultura exenta sumeria, acadia y egipcia, que precede en más de un milenio a su homóloga arcaica más conocida» (Emilie Charron: «La escultura griega arcaica y sus influencias extranjeras», 2016). En cualquier caso, la aportación más importante del periodo arcaico fue la aparición del templo griego con las características básicas que continuaría durante los periodos clásico y helenístico.
Imágenes: El Partenón en la Acrópolis de Atenas, 447-438 a.C. ·· Copia romana (siglo II) del Discóbolos de Mirón, Gliptoteca de Múnich. Fotografía de MatthiasKabel ·· Figura de Afrodita, conocida como Venus de Milo, c.130-100 a.C. Museo del Louvre. Fotografía de Shawn Lipowski.
El cambio del Periodo Arcaico al Periodo clásico (iniciado hacia el 450 a.C.) es especialmente apreciable en la escultura, pasándose del estilo algo rígido y estático de los kouros a un estilo más naturalista, paso que se relaciona habitualmente con la llegada de la democracia y la consiguiente confianza y admiración por el ser humano. «Aunque el estilo clásico no surgió inmediatamente al inicio de la democracia después del 510 a.C., (…) es difícil no asociarlo, aunque sea indirectamente, con las circunstancias históricas (…) Libre de las asociaciones mágicas de Oriente e impregnada de la individualidad de los artistas, la escultura clásica se basó en la percepción de los fenómenos visuales cambiantes. Su surgimiento se basó en la incesante experimentación con representaciones cada vez más reales de la forma humana, que era casi su único tema«. (Diana Buitron-Oliver: «El milagro griego: La escultura clásica desde los albores de la democracia», 1992). El Periodo Clásico vio nacer a los más célebres escultores de la Grecia antigua. Fidias, tal vez el más importante de todos, cuyo taller produjo la desaparecida Estatua de Zeus en Olimpia, una de las Maravillas del mundo antiguo; Mirón, creador del Discóbolo, quizás la más famosa de todas las esculturas griegas; y posteriormente Praxíteles, Scopas y Lisipo.
Durante mucho tiempo se asoció el arte del Periodo Helenístico (desde Alejandro Magno hasta el principado de Augusto) con un cierto sentido de decadencia. No obstante, es más acertado decir que la característica del arte helenístico es su heterodoxia, en comparación con el Periodo Clásico, derivada del contacto con otras culturas bajo el periodo de expansión iniciado por Alejandro. En palabras del profesor Blanco Freijeiro, “el griego del estado-ciudad se encuentra de pronto convertido en ciudadano de una extensa unidad territorial, que en ocasiones abarca pueblos de raza y lengua distintas”. Ante estos nuevos retos, “los artistas y escritores griegos trataron de renegociar la posición del intelectual griego dentro del mundo helenístico«. (Alice Jessica Chapman: «La mirada contemporánea en el arte y la poesía helenísticos”, 2015) Mark D. Stansbury-O’Donnell (“A History of Greek Art”, 2015) identifica como características culturales del Periodo Helenístico su carácter cosmopolita, su énfasis por la individualidad y la importancia de la teatralidad. Del Periodo Helenístico son obras como el Laocoonte y sus hijos, la Venus de Milo, la Victoria alada de Samotracia, o el desaparecido Coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
G. Fernández · theartwolf.com
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