Dadaísmo
La ruptura nihilista
Libertad: Dada Dada Dada, un rugido de colores tensos, y el entrelazamiento de los opuestos y de todas las contradicciones, grotescos, inconsistencias: VIDA
Tristan Tzara: «Manifiesto Dadaísta», 1918
Marcel Duchamp: «Fuente» reproducida en «Blind man», 1917 ·· Inauguración de la primera exposición dadaísta: 5 de junio de 1920., incluyendo una figura de un oficial alemán que cuelga del techo con una cabeza de cerdo.
En el capítulo dedicado al Expresionismo y Nueva Objetividad, se señaló que tras la Primera Guerra Mundial el arte europeo comenzó a poner en duda las vanguardias más radicales, como el Cubismo o el Expresionismo, adoptando una actitud crítica ante las mismas. Por lo general, esta crítica derivó en lo que se ha venido denominando “Retorno al Orden”, un regreso a un arte menos radical e incluso recuperando un lenguaje neoclásico, como fue el caso de Picasso. Pero hubo otra crítica, no dirigida hacia el “cómo”, sino hacia la propia naturaleza del arte, una crítica que no fue en realidad una crítica sino una negación, una actitud sarcástica, una mirada indiferente, un pensamiento casi nihilista. La muerte del concepto de “artista”, la celebración del antiarte: el Dada.
Fue el poeta alemán Hugo Ball (1886-1927) quien fundó el Dada (o Dadaísmo) en Zúrich en 1916, y pronto se le uniría el joven y polifacético Tristan Tzara (1896-1963), el verdadero alma del dadaísmo. Ball y Tzara publicaron respectivos Manifiestos Dadaístas en 1916 y 1918, en los que definen al Dada como “Dada es el alma del mundo, Dada es la casa de empeño. Dada es el mejor jabón de lirio del mundo. Dada Sr. Rubiner, dada Sr. Korrodi. Dada Sr. Anastasius Lilienstein” (Ball) y “Dada no significa nada (…) Libertad: Dada Dada Dada, un rugido de colores tensos, y el entrelazamiento de los opuestos y de todas las contradicciones, grotescos, inconsistencias: VIDA” (Tzara). Aunque a primera vista el Dada parece simplemente una broma, un chiste vulgar (y quizás esa sea la apariencia que los dadaístas perseguían), sus fundadores fueron intelectuales poseedores de una inmensa cultura. Hugo Ball fue “estudiante de la obra de Nietzsche; director de escena y dramaturgo del teatro expresionista; periodista de izquierdas; pianista de vodevil; poeta; novelista; autor de obras sobre Bakunin, la Intelligentsia alemana, el cristianismo primitivo y los escritos de Hermann Hesse; converso al catolicismo, parecía haber tocado, en un momento u otro, casi todas las preocupaciones políticas y artísticas de la época» (Paul Auster: «Dada bones», 2005). Tzara fue un talentoso poeta que editó, con apenas dieciséis años, un magazine que dio voz a numerosos autores simbolistas. Pero, ante el horror de la Primera Guerra Mundial, el intelectualismo y la cultura pierden el sentido. “Una cultura milenaria se desintegra (…). El sentido del mundo se ha venido abajo”, escribe Ball durante la Guerra. Ante la sinrazón bélica, la irracionalidad artística es para ellos la única respuesta apropiada.
Tras Tzara y Ball llegarían quienes llevarían el Dada a las artes visuales. El más importante de estos fue Marcel Duchamp (1887-1968), una de las figuras principales del arte de vanguardia, omnipresente en los principales movimientos artísticos radicales del siglo XX, que ya había participado en el cubismo, y cuyas “La Fuente” (1917) y “L.H.O.O.Q.” (1919) pueden considerarse un Manifiesto no escrito del Dada. Otras contribuciones al Dadaísmo “visual” llegaron de la mano de Jean Arp (nacido Hans Peter Wilhelm Arp, 1886-1966) y Kurt Schwitters (1887-1948).
En realidad, incluir el Dadaísmo dentro de una sección de estilos o movimientos artísticos es en cierto modo un oxímoron. Pero su actitud de rechazo absoluto de las bases del arte occidental, su cuestionamiento de cualquier regla hasta entonces aceptada, tuvieron influencia en el movimiento artístico más importante del periodo de entreguerras -el Surrealismo– mientras que su ataque directo a la concepción del objeto artístico sería continuada, ya en pleno Postmodernismo, por los artistas del Arte Conceptual y el Minimalismo. Paradójicamente, los dadaístas, los artistas que renunciaron al arte, marcarían involuntaria pero irremediablemente el rumbo del arte del siglo XX.
G. Fernández · theartwolf.com
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