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Cubismo y Futurismo

La ruptura con el espacio cartesiano

El futurismo y el cubismo son comparables en importancia a la invención de la perspectiva, a la que sustituyeron por un nuevo concepto de espacio. Todos los movimientos posteriores estuvieron latentes en ellos o fueron provocados por ellos.

Gino Severini

Georges Braque: «La guitare (La Mandore)», 1909-10. Óleo sobre lienzo, Tate Modern, Londres ·· Pablo Picasso: «Muchacha con mandolina (Fanny Tellier)», 1910. Óleo sobre lienzo , Museum of Modern Art, Nueva York

En 1907, Pablo Picasso pintó en su modesto estudio del Bateau-Lavoir una obra de dimensiones monumentales, entonces titulada “El burdel de Avignon”, con la que desconcertó a amigos y rivales, entre los que se encontraban muchos artistas de vanguardia acostumbrados ya a la experimentación y la innovación. En “El burdel de Avignon” (que como muchos habrán deducido se trata de la obra hoy conocida con el menos polémico nombre de “Las señoritas de Avignon”) no existe un fondo ni un primer plano, no hay ni rastro de perspectiva, y los escorzos presentes en los cinco personajes femeninos hacen imposible identificar un único punto de vista, sensación aumentada por la ausencia total de luces y sombras. Aunque los rostros de las mujeres son claramente deudores del arte africano que Picasso había admirado en el Trocadero ese mismo año, las influencias de la pintura son complejas, pudiéndose mencionar las últimas obras de Cézanne (sus “Grandes Bañistas” y las últimas vistas de la montaña Sainte-Victoire), “La alegría de vivir” de Matisse, e incluso “Visión del Apocalipsis” de El Greco, que Picasso había podido admirar en el estudio del pintor Ignacio Zuloaga.

Como ocurre a menudo con las obras innovadoras, la recepción inicial de la pintura no fue buena, incluso -como se ha dicho- entre los artistas de vanguardia. Pero Georges Braque, un joven pintor que hasta entonces se había movido entre el post-impresionismo y el fauvismo, superó sus recelos iniciales e, interesándose por la obra y las posibilidades que abría, comenzó a trabajar con Picasso. De este trabajo conjunto de Picasso y Braque nació el Cubismo, la más decisiva e innovadora de las vanguardias, la que rompe definitivamente con la concepción espacial presente en la pintura occidental del Renacimiento. Los movimientos anteriores, desde el Impresionismo hasta el Fauvismo, habían supuesto importantes avances en el estudio de las posibilidades de la pintura, pero “pese a la arbitrariedad del color [del Fauvismo], se presentía algún grado de identidad entre la imagen pintada y la que habría ofrecido la cámara fotográfica al enfrentarse a ese mismo asunto. El cubismo atacó a esta concepción de un modo sistemático y de ahí que se le haya considerado como uno de los movimientos artísticos más revolucionarios de toda la historia del arte occidental” (Juan Antonio Ramírez: “Las Vanguardias Históricas: del Cubismo al Surrealismo”, 1996)

En una primera fase, el llamado cubismo analítico (como sería bautizado posteriormente por el pintor Juan Gris) hace claros algunos de los puntos ya esbozados en “Las señoritas de Avignon”. La multiplicidad de puntos de vista, los casi monocromía de la composición, ya totalmente desprovista de perspectiva. A Picasso y a Braque se le unen otros pintores, como Fernand Léger, Jean Metzinger, Albert Gleizes y Robert Delaunay, presentando sus obras en el Salón de los Independientes de 1911, con escaso éxito de crítica. Ese mismo año se uniría al cubismo el pintor madrileño Juan Gris. Por otra parte, entre 1909 y 1910 Picasso crea “Cabeza de mujer (Fernande)”, considerada la primera escultura cubista. En este campo, las influencias del arte “primitivo” (desde las figuras de mármol de las Islas Cícladas hasta las esculturas creadas por Gauguin en Tahití) son incluso más apreciables que en la pintura.

Juan Gris: «Paisaje con casa en Ceret», 1913. Óleo sobre lienzo. Colección particular ·· Fernand Léger: «La Ville», 1910. Óleo sobre lienzo. Philadelphia Museum of Art.

El cubismo analítico es posiblemente fue forma más pura de cubismo, pero, pese a que los lienzos eran en resultado de un complejo análisis de formas y un estudio detallado de la composición, resultaba a menudo hermético y casi incomprensible para el espectador. A partir de 1911, Picasso y Braque comienzan a añadir elementos figurativos en las obras, a menudo mediante la técnica del Papier Collé. A su vez, los tonos más bien monocromos dan paso a un uso más intenso de los colores, buscando en ocasiones el contraste entre ellos como elemento compositivo, lo que era rechazado por el cubismo analítico. Comenzaba entonces una segunda fase del cubismo, llamada cubismo sintético, cuyo desarrollo duraría hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Durante esta etapa, se debe destacar la breve pero intensa aportación de Marcel Duchamp, cuyo “Nu descendant un escalier n° 2” combina elementos del cubismo y del futurismo, del que se hablará posteriormente.

A partir de 1914, el cubismo ve aumentada su popularidad entre los artistas jóvenes -sumándose al movimiento figuras como María Blanchard y Diego Rivera, o incluso el japonés Tetsugorō Yorozu, uno de los primeros en exponer obras cubistas en Asia- pero pierde el ímpetu experimental que había sido el motor del primer cubismo analítico de Picasso y Braque. En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, son los pintores Juan Gris y Fernand Léger y el escultor Alexander Archipenko los que realizan las últimas contribuciones destacables al desarrollo del cubismo.

Futurismo: Umberto Boccioni: «La ciudad se levanta», 1910. Óleo sobre lienzo. Nueva York, MoMA ·· Giacomo Balla: «Velocidad abstracta + sonido», 1913. Óleo sobre cartulina. Colección Peggy Guggenheim, Venecia

Hasta ahora se han señalado las diferentes formas que el cubismo fue adoptando durante los aproximadamente diez años que duró su evolución. No obstante, al mismo tiempo que Picasso y Braque trabajaban en el desarrollo del cubismo analítico, un grupo de artistas e intelectuales italianos, influenciados en gran medida por los experimentos del primer cubismo, dieron a luz al hermano pequeño, impetuoso e irreverente del cubismo: el Futurismo. Mientras que el cubismo no puede ser visto sino como un movimiento puramente artístico, el futurismo es en realidad una doctrina filosófica radical que se manifiesta en el arte: el desprecio absoluto hacia la tradición y el mundo pasado, y la glorificación del mundo moderno -incluso de sus características habitualmente consideradas negativas como la violencia o la deshumanización- frente al decadente pasado. En este sentido, el futurismo “defendía la violencia como algo bueno en sí mismo, el valor de la guerra como una purga higiénica, la belleza de la maquinaria, la gloria de la ‘vida peligrosa’, el patriotismo ciego y la aceptación entusiasta de la civilización moderna”. (Alfred H. Barr Jr.: «Cubismo y arte abstracto», 1936)

«Un automóvil a toda velocidad es más bello que la Victoria de Samotracia«, escribió Filippo Tommaso Marinetti en el primer Manifiesto Futurista de 1909, en el que los museos eran calificados de «cementerios». «Destruid el culto al pasado, la obsesión de lo antiguo«. «Considerad a los críticos de arte como inútiles y nocivos«. «Adoptad y glorificad la vida de hoy, incesante y tumultuosamente transformada por los triunfos de la ciencia«, se animaba en el Manifiesto de la Pintura Futurista, publicado al año siguiente. ¿Qué arte dio respuesta a estas incendiarias proclamas? Uno obsesionado por el movimiento, la tecnología, que convierte al automóvil y a la industria en sus musas. Una de las primeras obras maestras futuristas, “La ciudad se levanta” (1910) de Umberto Boccioni, glorifica la construcción de la ciudad contemporánea, sus chimeneas, el esfuerzo casi violento de los trabajadores de la construcción. Más incluso que en el caso del cubismo, los futuristas se interesan por la escultura, campo en el que el propio Boccioni crea “Formas únicas de continuidad en el espacio”, posiblemente la gran obra maestra de la escultura futurista.

Futurismo: Umberto Boccioni: «Formas únicas de continuidad en el espacio», 1913. Bronce. Nueva York, MoMA ·· Antonio Sant’Elia: Proyecto para un edificio con ascensores exteriores, 1914

Pese a que Marinetti es considerado como el fundador y el más importante teórico del Futurismo, Boccioni fue posiblemente el principal motor del movimiento. Otras figuras destacadas del Futurismo fueron los pintores Carlo Carrà y Gino Severini, y el el pintor y poeta Giacomo Balla, cuyo “Velocidad abstracta + sonido” (1913-14) puede considerarse como la culminación de las ideas artísticas futuristas. Fuera de Italia, destaca la contribución de algunos artistas rusos, como Natalia Goncharova. En el campo de la arquitectura, el Futurismo creó proyectos y bocetos, pero muy pocas obras construidas. Podemos destacar la figura de Antonio Sant’Elia, cuyos dibujos sirvieron de inspiración tanto para proyectos de arquitectos posteriores como Helmut Jahn, como para escenarios de películas como «Metrópolis» (1929) o «Blade Runner» (1982).

G. Fernández · theartwolf.com

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