Europa occidental: Arte Celta e Ibérico
Los civilizados bárbaros
«Los celtas superaron a todos los grupos bárbaros en cuanto a la duración e intensidad del contacto con el Mediterráneo. Las costas del sur de la Galia y de España eran celtas, y durante cinco siglos los comerciantes griegos y cartagineses se habían ocupado de ellas».
Derek Williams: «Romanos y bárbaros: Cuatro puntos de vista desde la periferia del Imperio, siglo I d.C.», 1999
Arte celta: Adorno para calzado, Hochdorf, c.530 a.C. Fotografía de Rosemania ·· Arte ibero: La “Dama de Elche”, c.500-300 a.C. Museo Arqueológico Nacional, Madrid. Fotografía de Francisco J. Díez Martín.
El alcance del término “Arte Celta” es difícil de especificar, ya que incluso lo que entendemos por “pueblo celta” o “cultura celta” es en parte incierto. Aunque generalmente se asocia al noroeste de europa, especialmente Irlanda y la Bretaña francesa, el pueblo celta tuvo sus raíces en la cultura Hallstatt de Centroeuropa, desde donde inició un proceso de expansión, principalmente hacia el norte y el oeste. Durante la Edad del Bronce, el arte celta produjo excelentes obras creadas en metales preciosos, como torques y collares.
A medida que el Imperio romano fue tomando los territorios del pueblo celta, el Arte Celta fue incorporando elementos propios del arte romano. En el centro y norte de Europa, tras la caída del Imperio Romano y la llegada del cristianismo, el estilo artístico de los celtas, con sus característica decoración a base de intrincadas espirales, trisqueles y otras formas geométricas, aparece en las primeras obras de fondo cristiano de las Islas Británicas, en lo que se conoce como Arte hiberno-sajón o Arte Insular , así como en el Arte germánico, que serán tratados en el capítulo dedicado al Arte del periodo de las migraciones.
Casi coincidiendo temporalmente con los pueblos celtas, surgen en la Península Ibérica una serie de “altas civilizaciones que, con facies culturales diferentes (…) presentan, sin embargo, numerosas características comunes: las culturas tartésica, turdetana e ibérica” (Lorenzo Abad y Manuel Bendala: “El Arte Ibérico”, 1989). La cultura de Tartessos, que aparece ya a finales de la Edad del Bronce en la costa sur de la península, fue una cultura de comerciantes, cuyo contacto con otras civilizaciones hizo que su arte incorporase elementos griegos y sobre todo fenicios. Tras la caída de Tartessos, aparece la cultura Turdetana, de influencia cartaginesa.
Más allá del área ocupada por los pueblos Tartessos y Turdetano, en el resto de la Península Ibérica existieron una serie de pueblos a los que se conoce conjuntamente como Iberos. El Arte Íbero destaca sobre todo por su escultura en piedra caliza, de influencia, al igual que en el casso de Tartessos, griega y fenicia. El ejemplo más célebre es el busto femenino conocido como la Dama de Elche, realizada entre los siglos V y IV a. C., y conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, donde también se expone la llamada Bicha de Balazote (siglo VI a.C.)
El contacto entre los pueblos celtas e íberos en el centro y norte de la Península Ibérica dio lugar al llamado Arte celtibero, caracterizado por esculturas zoomorfas con un aspecto algo tosco, del que el ejemplo más famoso son los Toros de Guisando en Ávila (siglos IV a III a.C.)
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