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Arte Bizantino

Bajo cúpulas de oro

Una vez fuera de la naturaleza nunca tomará

Mi cuerpo su forma de algo natural,

sino una como la que los orfebres griegos preparan

De oro martillado y en oro esmaltada

Que mantienen despierto al somnoliento emperador;

O colocada sobre una rama de oro para cantar

A los señores y damas de Bizancio

De lo pasado, presente, o que está por llegar.

W. B. Yeats: “Navegando hacia Bizancio”

Imágenes: Vista de la cúpula de Santa Sofía. Fotografía de Christophe Meneboeuf ·· Arcángel , panel de marfil de un díptico bizantino. Constantinopla (525-550 d.C.). Museo Británico (Londres). Fotografía de Michel Wal ·· Santa Sofía, Constantinopla. Mosaico de la entrada suroeste. Siglos X-XI.

Se conoce como Bizancio, o el Imperio bizantino, al Imperio romano de Oriente que sobrevivió a la caída del Imperio romano de Occidente a finales del siglo V, y que sobrevivió, tras atravesar periodos de expansión y decadencia, hasta el siglo XV. Su capital, Constantinopla (la actual Estambul), fundada sobre la antigua colonia griega de Bizancio, fue en su tiempo el mayor centro cultural, religioso y económico de occidente, y de forma general se considera que el Imperio Bizantino nació con la fundación de la ciudad en el 330 d.C., y murió con la Caída de Constantinopla en 1453, hecho que tradicionalmente se considera el fin de la Edad Media.

La principal influencia del arte bizantino es, como parece lógico, el arte romano, ya fuertemente cristianizado, del Imperio romano de Oriente. Los mosaicos, tan usados por los romanos, continúan en el mundo bizantino, ahora representando a emperadores y personajes de la iconografía cristiana. En arquitectura, las forma de las plantas de las iglesias cristianas, de cruz latina, implica la aparición de espacios de forma cuadrada. Para poder cubrir estos espacios con las cúpulas, una de las grandes aportaciones de la arquitectura romana, se desarrollan soluciones como las pechinas, imprescindibles en las grandes basílicas del mundo bizantino, como Hagia Sophia (Santa Sofía), uno de los edificios más importantes del mundo, y símbolo del arte bizantino.

La llamada primera edad de oro del arte bizantino, iniciada en la época de Justiniano I, concluyó con uno de los hecho cruciales en la evolución del arte bizantino: las crisis de los iconoclastas en los siglos VIII y IX, en la que numerosas obras bizantinas fueron destruidas. Tras ellas, llegó una segunda edad de oro, concluida con la destrucción de Constantinopla por los cruzados (1204), hecho que sumió a Bizancio en “una muerte lenta arrastrada durante casi doscientos cincuenta años” (Miguel Cortés Arrese: “El Arte Bizantino”, 1989).

No obstante, esta lenta decadencia en el terreno político y social no impidió la aparición de una tercera edad de oro, que persistió hasta la ya mencionadaCaída de Constantinopla. Es en este periodo tardío donde se fijan los tipos iconográficos que influirían en toda la pintura religiosa europea posterior, con especial relevancia las representaciones de la Virgen con el Niño Jesús, como Hodighitria o la Kyriotissa.

En este sentido, es importante señalar que el arte bizantino influyó tanto en el arte occidental como en el arte islámico. Ya se señaló en el capítulo dedicado al arte islámico que “Al principio de las conquistas, los musulmanes admiraban el arte del mundo cristiano conquistado, y consideraban la brillantez de la decoración de las iglesias como una técnica superior (…) Llevaron con ellos a los mosaiquistas bizantinos para decorar la mezquita de Damasco y probablemente la de Medina“. (Hee Sook Lee-Niiniona, “Islamic calligraphy & Muslim identity”, 2018). Y en la pintura europea, es evidente la influencia que los tipos iconográficos bizantinos tuvieron en los primitivos italianos, como Cimabue, Duccio o Giotto.

G. Fernández · theartwolf.com

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