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Carsten Höller – Test Site

CARSTEN HÖLLER: TEST SITE Comentario sobre la instalación «Test Site», obra de Carsten Höller, en la Tate Modern de Londres

Del 10 de octubre de 2006 al 9 de abril del 2007

por G. Fernández – theartwolf.com
No hay duda de que la Tate Modern de Londres es, además de una de las Galerías de Arte Contemporáneo más importantes del mundo, una de las más atrevidas a la hora de instalar piezas que, tanto por sus dimensiones como por su propia razón de ser, no tendría cabida -en todos los sentidos- en casi ninguna otra institución artística del mundo. El último ejemplo de esto es la instalación, desde el 10 de octubre de 2006 hasta el 9 de abril del 2007 de la última obra de Carsten Höller (Alemania, 1961), Test Site

Carsten Höller

Vista de la instalación desde la Turbine Hall

Esencialmente, Test Site son tres enormes y espectaculares toboganes situados en la Turbine Hall de la Tate Modern. Los toboganes, de distintas formas y dimensiones, conectan esta amplia galería de entrada con distintos niveles del Museo, de manera que es posible usar (resulta extraño usar este verbo cuando nos referimos a una instalación artística) el menor de los toboganes sin necesidad de recoger el ticket de acceso, necesario para los dos mayores. Obviamente, el tobogán sólo permite el descenso, por lo que sin duda debería ser la última obra a la que el visitante de la Tate centre su atención. Sin embargo, la enorme sorpresa que causa provoca que muchos de los visitantes suban al primer piso para tirarse por el menor de los toboganes antes de entrar en las demás salas de la Tate , por lo que, paradójicamente, la instalación «de despedida» se convierte en una bienvenida.

Ahora bien, la pregunta inevitable es: «¿es esto Arte?»

La pregunta -cuya respuesta dependerá, como en casi cualquier obra de Arte contemporáneo, de cada persona- se debe plantear en dos sentidos: el valor tangible de la instalación (es decir, su valor escultórico) y el intangible (la emoción que la obra transmite). En el primero de ellos, la nota de prensa de la Tate Gallery afirma: » Los cinco toboganes plateados producen una extraordinaria forma escultural que sugiere una visión futurista del sistema de circulación de personas del edificio.» Efectivamente, el valor estético de estas serpientes metalizadas en medio del enorme espacio vacío de la Turbine Hall es inmediato e innegable.

Carsten Höller

Arte de Galería… ¿Arte de la calle? Saquen sus propias conclusiones

Por lo que respecta a las emociones, es evidente que un tobogán de 55.5 metros de largo y 26.5 de desnivel (datos del mayor de ellos) provoca inevitablemente una emoción bastante considerable en aquel que se deslice por él. ¿Pero hay algo artístico en ello, más allá de la inevitable sensación mitad miedo, mitad euforia, tan propio de estos artilugios? La propia Tate Modern, en nota de prensa, declara: » El título de la instalación, Test Site ( lugar de pruebas ), se refiere tanto al creciente interés de Höller por la aplicación de toboganes como medio de transporte como a su exploración de cómo los visitantes pueden ser estimulados (.) Aunque los toboganes de la Tate Modern son un práctico medio de transporte, la acción de bajar por ellos requiere perder en parte el control, provocado un particular estado psíquico debido a esta libertad sin límites.»

Estimulación, perder el control, libertad sin límites. lo mejor sería acudir a la Tate y enfrentarme en persona a esta instalación.

PROBANDO LA INSTALACIÓN

Londres, miércoles 11 de octubre del 2006, 10:30 a.m.

Una mañana típicamente londinense, húmeda y fresca, tras unos días de inusual buen tiempo. Ya antes de llegar a la Tate , compruebo que he cometido mi primer error: mi cámara de fotos está out . En el fondo, tampoco es motivo de remordimiento, pues Test Site es ciertamente una instalación a la que las fotografías pueden hacer muy poca justicia.

Como ya hemos comentado, el valor escultural de la instalación es evidente, y me atrevería a decir que positivo. Como bien decía la nota de prensa de la Tate , las cinco serpientes plateadas transmiten inmediatamente una sensación futurista de gran atractivo. Además, su innegable presencia no elimina la grandiosa sensación arquitectónica de la Turbine Hall , como sí tiene ocurrido en instalaciones pasadas.

Hora de subirse al tobogán.

Como ya hemos dicho, el menor de los toboganes es también el único al que se puede subir sin necesidad de ticket, por lo que es también el más solicitado, aunque el hecho de ser el menos imponente de todos ellos también puede ser esgrimido con razón. Algo de espera, nos acoplamos al artilugio, iniciamos el descenso. y apenas unos segundos después estamos de nuevo en el suelo de la Turbine Hall. Por el momento, hemos descubierto un interesante medio de circulación para los museos, más rápido que un ascensor o una escalera, y sin duda más excitante que cualquiera de ellos. Las sensaciones, por lo que parece, hemos de esperarlas en los dos toboganes mayores.

El mayor de ellos, situado en el quinto nivel de la galería, resulta realmente imponente. Si la cara es el reflejo del alma, las emociones con las que el visitante afronta el descenso son muy distintas aquí que en el primero: sonrisa confiada en aquel, sonrisa nerviosa en éste. El descenso, por supuesto, es vertiginoso, alcanzándose una velocidad verdaderamente considerable. Las sensaciones al concluir el descenso son también muy diferentes, mitad alivio, mitad excitación. ¿Sería esto a lo que se refería Höller al hablar de » la belleza de lo incierto» ? ¿Es esta » libertad sin límites» , este » renunciar al control» una emoción relacionada con el Arte contemporáneo? ¿No es el Arte una forma de expresión de su creador, que posteriormente llega -y provoca- al observador? ¿Qué nos expresa Höller con esta obra? ¿Qué nos dice de si mismo? ¿Quién conoce las respuestas?

LOS COLOSOS DE LA TURBINE HALL

Aún con su innegable espectacularidad, Test Site no debe resultar inaudito para los visitantes habituales a la Tate Modern , que sin duda ya están habituados a contemplar instalaciones espectaculares en la Turbine Hall. Muchos recuerdan el impresionante » The weather Project» , obra del artista danés Olafur Eliasson expuesta a finales del 2003, que dotó a la colosal sala de la Galería de una luz y una atmósfera formidable y casi divina, que sin duda hubiera impresionado al mismísimo William Turner, protagonista en la cercana Tate Britain. Más reciente -concretamente del año pasado- es el » Embankment» , obra de Rachel Whiteread, quién literalmente llenó la enorme sala de bloques blancos.

Olafur Eliasson
Rachel Whiteread

Otras instalaciones que llenaron la Turbine Hall de la Tate Modern: a la izquierda, el fabuloso «The weather Project», de Olafur Eliasson (2003). A la derecha, «Embankment», de Rachel Whiteread (2005)

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Carsten Höller - Test Site: toboganes y Arte en la Tate Modern